Estamos ingresando al último mes del calendario judío, el mes de elul. Enseñan nuestros sabios acerca de la importancia de aprovechar esta época del año para realizar nuestro balance y nuestra reflexión acerca del año transcurrido, para aprender lecciones y enseñanzas que nos deben servir para mejorar como personas y como instituciones y a la vez permitirnos encarar el futuro de acuerdo con esas enseñanzas.
No es necesario ser un intelectual ni un gran pensador para darnos cuenta lo especial y único que ha sido este año para todos nosotros. Cuando todavía resonaban en nosotros los ecos de los Yamim Noraim pasados, se produjo el conocido estallido social en Chile, y cuando nos comenzábamos a recuperar de sus consecuencias se produjo la llegada de la pandemia a nuestro país con todas sus nefastas consecuencias.
Sabemos que vamos a salir de esta situación y que podemos mirar en el futuro esta situación como una época triste, dura y difícil, pero de la que aprendimos mucho y de la que salimos fortalecidos.
¿Qué aprendimos? Aprendimos que podemos arreglarnos en la vida con menos cosas materiales de las que suponíamos hace no mucho que eran imprescindibles. Que no hay antídotos sociales que nos inmunicen. El virus afecta a todos, al que tiene mucho y al que tiene poco. Que el poseer un patrimonio importante no nos hace inmunes y que todo lo que tenemos puede muy bien desaparecer rápidamente. Que algunos meses sin actividad económica puede hacer tambalear a cualquiera y que por lo tanto todos necesitamos de todos.
Por otro lado, estamos agradecidos y reconocidos por la solidaridad que nuestra comunidad tuvo y tiene en las distintas campañas que se han realizado y se siguen realizando para ir en ayuda de los más necesitados o para sostener la vida comunitaria de manera regular. No nos sorprende porque siempre el espíritu de apoyo y solidaridad ha estado presente en el ADN de los miembros de nuestra comunidad; ADN que viene de la herencia virtuosa de nuestros padres y abuelos que fundaron las instituciones comunitarias.