Del convento a la Residencia
Publicado el: 04 / 06 / 2020

Regularmente soy la persona que escribe para las redes sociales de CISROCO, mostrando qué hacemos, cómo viven nuestros residentes y qué actividades organizamos. Hoy hablaré de mí:

Soy terapeuta ocupacional y la dueña de casa de CISROCO. Estoy a cargo de las actividades que organizamos y acompaño gran parte del día a día en la institución, siendo una persona de referencia para los adultos mayores que viven en el hogar

Como toda persona, tengo una historia de vida, y en esa historia, tal vez hay algo curioso: fui monja, religiosa franciscana por 7 años, donde me dediqué principalmente al trabajo con niños y jóvenes, y donde pude profundizar el conocimiento en teología y espiritualidad.

Llevo 4 años trabajando en CISROCO, primero sólo como terapeuta ocupacional, y desde hace ya 2 años también como dueña de casa. Los residentes muchas veces canalizan en mí sus inquietudes, preocupaciones, iniciativas, así como también las quejas que van presentando en el día a día.

Mi rol es coordinar la solución de los problemas que se puedan dar, pero sobre todo, ACOMPAÑAR, estar con ellos, y en ese sentido me siento una privilegiada de poder trabajar en esta institución.

Desde que comenzó la pandemia, hemos estado, junto a todo el equipo de CISROCO, haciendo un trabajo fuerte para evitar que entre el coronavirus en nuestra residencia, pero también, acompañando y cuidando a los adultos mayores, conscientes de que las cuarentenas y restricciones tienen un impacto en la salud mental y calidad de vida de las personas.

Desde mediados de marzo a la fecha, también estoy compartiendo la experiencia de lo que significa ser una residente en CISROCO: a raíz de la pandemia, he optado por quedarme a vivir por periodos en la institución; por una parte, para disminuir los riesgos de contagio, pero en gran medida para ESTAR, cumplir mi rol y ayudar a hacer un poco más llevadero el encierro y la ausencia de visita.

He experimentado lo que seguramente vive un residente una vez ingresa a CISROCO.

Despertar en un espacio nuevo, del cual hay que apropiarse, o también convivir el día a día con quienes viven y trabajan acá, no sólo de manera diurna. Eso ha sido, hasta la fecha, una experiencia interesante.

He sentido además que para nuestros residentes es importante que alguien esté acá físicamente, más allá del trabajo mismo, por un asunto de seguridad o protección.

En este tiempo, hemos podido vivir de manera muy diferente…las festividades judías, colaborar para que los residentes no dejen de lado sus tradiciones, aunque con modos adaptados. Hemos celebrado también el día de la madre, y en la medida de lo posible, hemos sido un nexo con las familias para mantener la comunicación y cercanía.

No soy la única persona que se está quedando en el hogar, tenemos personal de salud y alimentación en la misma modalidad, quienes incluso han dejado por periodos a sus familias para dedicarse a nuestros adultos mayores.

Personalmente, considero que no me afecta mayormente el “encierro” como tal, tal vez porque tengo previamente una experiencia de vida de “encierro”, sin embargo, la situación que vivimos implica mayor trabajo para todos quienes estamos en la residencia y lógicamente también existe una incertidumbre, por lo que implica el virus, y por el tiempo que va a durar esta situación.

Desde que estoy en CISROCO me he considerado afortunada por poder conocer a los adultos mayores que aquí viven y más aún, por la cercanía, afecto y confianza que ellos depositan en mí.

En este tiempo especial, valoro más aun el poder estar con ellos, sabiendo las necesidades de escucha y atención que tienen, y la preocupación que la familia tiene por sus padres y abuelos, a quienes no pueden visitar por las actuales circunstancias.

 

Por Marjorie Salazar C., dueña de casa CISROCO