Aldina Quintana y la desaparición del ladino
Publicado el: 08 / 06 / 2020

Por Miguel Borzutzky W.

Aldina Quintana es Profesora titular de Filología Española y Estudios Sefardíes en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Además es miembro de la Real Academia Española. Ella asevera que también entre los askenazíes que residen en Israel el Yiddish va por el mismo camino, porque ya los hijos de los ultraortodoxos no lo hablan, sino que se ha impuesto el hebreo.

Aldina Quintana se fascinó por el ladino mientras realizaba una maestría en la Universidad Abierta de Berlín. Le llamó poderosamente la atención la dialectología de este idioma y la historia que tiene detrás. Debido a que el fenómeno de la desaparición del ladino a nivel mundial son menos de cien mil personas que lo hablan es que ella se interesó en conversar con Revista Shalom para hablar sobre este triste fenómeno que es parte importante de la identidad y la herencia del Pueblo Judío tras la expulsión de España por los Reyes Católicos en 1492.

¿Existe alguna forma de detener que el ladino muera? Si son menos de cien mil los ladino parlantes, y son cada vez menos. ¿Cómo se puede revertir este fenómeno? Con el hebreo se logró, por ejemplo.

– Rotundamente puedo afirmar que no existe ningún medicamento para curar el estado agonizante del ladino. Habría que levantar un “Ladinoland” o “Ladinotierra” para conseguirlo. Esta imposibilidad tiene dos motivos fundamentales: Primero, es la actitud de los propios hablantes que han adquirido otras identidades -porque se identifican como judíos, no como sefardíes-; después son israelíes, estadounidenses, argentinos, chilenos o mexicanos. Segundo, es el rápido avance de la globalización ocasiona que cada hablante se vea obligado a seleccionar lenguas que le van a facilitar encontrar trabajo o ascender socialmente. Estas son las lenguas globales, sobre todo el inglés, después el español, chino, francés, etc.

Las lenguas de comunidades que han desarrollado una identidad muy fuerte y han encontrado en el nacionalismo su forma de expresión son las únicas que tienen posibilidades de sobrevivir al empuje de la globalización y la asimilación.

En este sentido, el ladino se encuentra en la misma situación que miles de otras lenguas amenazadas en el mundo, pero con la diferencia de que no se dan las condiciones para desarrollar una identidad sólida y crear un movimiento nacionalista.

Siendo Ud. la única Filóloga que investiga en Israel. ¿Cómo observa el desarrollo o retroceso de este idioma en ese país? ¿Observa interés en las personas por aprenderlo o mantenerlo?

– Yo diría que los hablantes de ladino en Israel no muestran interés por mantenerlo. No hay hablantes jóvenes y cada vez que un hablante de ladino -en general, son personas de más de sesenta años- se va de este mundo, hay un hablante menos. Por lo tanto, el número de hablantes desciende aceleradamente. Entre los jóvenes no hay interés por aprender ladino. En todo caso, aprenden español /castellano, porque siempre les puede ser útil para encontrar trabajo o para viajar por medio mundo. Sin embargo, tampoco los jóvenes tienen muchas posibilidades de aprenderlo. Sus padres ya no hablan ladino, por lo que ya hace, por lo menos, un par de generaciones que se ha dejado de transmitir. Tampoco se enseña en la escuela primaria o secundaria. De hecho, no hay un solo centro escolar en el que se imparta. Sólo en las universidades y con poco éxito, puesto que estos estudiantes se caracterizan por ser también personas mayores.

Hay que señalar que tampoco los sucesivos gobiernos de Israel han colaborado en la defensa de las lenguas que hablaban los judíos antes de la creación del Estado. Entro los políticos israelíes no hay ni la más mínima sensibilidad para este tipo de cosas.

¿Por qué quiso especializarse en judeoespañol? ¿Qué le llamó la atención?

– Realmente yo me empecé a interesar por el “judeoespañol” como tema académico, porque lo conocí a través de los estudios que existían. Fue en la Universidad Libre de Berlín. Me gustaba mucho la dialectología y así llegué a publicaciones académicas en las se describía. Me parecía una lengua fantástica y su historia fascinante. También me creía un montón de tópicos que se contaban en los libros y circulaban en los medios de comunicación, como la nostalgia por España, el amor a España, etc. Pero, la primera vez que personalmente conocí sefardíes y hablé con ellos -esto ocurrió en Salónica en 1988-, comencé a descubrir lo verdaderamente importante: el ladino y a los sefardíes. Comencé a entender que cuando un hablante de ladino decía “Mozotros semos viejos, semos los fijos de los djidiós ke Isabela i Ferdinan ekspulsaron de la Espanya” (Nosotros somos viejos, somos los hijos de los hijos que Isabel la Católica y Fernando de Aragón, expulsaron de España) no estaba expresando nostalgia por España, sino que su concepción del pasado se resumía en un “ayer” sin medida del tiempo. Así, la expulsión de 1492 había adquirido significado mítico, en la misma medida que cuando decían “Muestros padres k’estuvieron en Ayifto izieron kazas kon kanyas” (Nuestros padres que estuvieron en Egipto construyeron casas con caña). Nos habíamos alejado tanto que formábamos parte de dos mundos muy diferentes y me quedó muy claro, que en contra de lo que se suele decir, el ladino tenía su propia identidad, fuera del mundo hispano, y Sefarad había alcanzado el mismo grado de mitificación que aquel Ayifto (Egipto). Me sentí muy fascinada y todo esto me atrapó.

Ahora que llevo muchos años investigando el ladino, estoy convencida de que a desaparición del ladino y de las comunidades sefardíes es una gran pérdida para la humanidad.

Me resulta incomprensible que las autoridades de Israel no le presten atención y que un investigador se tenga que sentir discriminado por ocuparse de esta lengua, incluso a nivel académico. Una vez una colega de Francia me contó que una lingüista israelí le había preguntado con mucho desprecio: “¿y eso se estudia?”.

No escribimos como hablamos

El ladino y el abecedario que se utiliza en las distintas regiones en dónde hay poblaciones judeo españolas o sefarditas. ¿Es diferente la formas de hablarlo y de escribirlo? ¿Ha evolucionado?

– Sí, claro. Nunca escribimos como hablamos. Esto, en todas las lenguas. Resulta imposible reproducir la lengua hablada por escrito. Pero hay lenguas que han desarrollado modalidades escritas bastante complejas y muy diferentes de la lengua hablada, como ocurre hoy día en hebreo, mientras que hay otras en las que hay menos diferencia entre la lengua hablada y la lengua escrita, como parece que ocurría con el ladino en los Siglos XVIII y XIX.

La modalidad de ladino escrito hoy día es muy diferente a las que se empleaban en el ladino más tradicional. Hay que tener en cuenta que quienes escriben actualmente en ladino son muy pocos. Además, solamente se suele emplear en publicaciones periódicas y en artículos académicos que no siempre se dirigen exclusivamente a los hablantes de ladino, sino también a los de español. La consecuencia es que se prescinde de palabras turcas y otras integradas de otras lenguas, incluso del hebreo. El efecto es que se ha recastellanizado mucho, porque los autores suelen estar bastante familiarizados con el español y prefieren recurrir a términos de esta lengua. Hay también sefardíes, sobre todo académicos, que piensan que la única manera de salvar el ladino es transformarlo al español, en lugar de entender que eso es acelerar su muerte.

En el mundo académico israelí y español donde Ud. se mueve. ¿Ha observado motivación de parte de estudiantes por especializarse, aprender el idioma y seguir sus pasos?

– Como ya he dicho antes, en general, no.

La Filología es la Ciencia que estudia los textos escritos y, en ellos, la estructura y la evolución de una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la literatura y la cultura del pueblo o grupo de pueblos que los han producido. Si hacemos un paralelo entre los judíos sefarditas que hablan el ladino y los judíos askenazíes que hablan el yiddish.

¿Existen estudios que pudieran explicar el porqué estos idiomas han perdido relevancia con el transcurso del tiempo?

– Antes ya he indicado dos factores. Si me centro en Israel en concreto, habría que decir que incluso el yiddish ha entrado en la situación de lengua amenazada, porque se observa que muchos niños, hijos de los judíos ultraortodoxos, ya no aprenden yiddish como lengua materna, sino hebreo. El poder del hebreo es infalible. Desde el punto de vista histórico, la pérdida de funciones sociales del ladino comenzó ya a finales del Siglo XIX, como consecuencia de la presión ejercida por los diferentes estados para que se asimilaran a la mayoría nacional. Pero el exterminio nazi, supuso el mayor mazazo. Comunidades enteras que hablaban yiddish o ladino fueron completamente exterminadas y otras inmensamente diezmadas. Luego, vino la política lingüística israelí que fomentó y sigue fomentado la segregación de estas lenguas. Pero, no es sólo Israel.

Simplemente no hay espacio para las lenguas que no producen beneficios económicos, que no tienen valor económico. Es un reflejo del materialismo que domina nuestra época.

¿Cuál es a su juicio el aporte o la influencia que el Ladino le ha dado no sólo al Pueblo Judío, sino que al mundo en general a través de la historia?

– En contra del éxito internacional obtenido por la literatura moderna en yiddish en el Siglo XX, la literatura en ladino no ha sobrepasado los límites de las comunidades sefardíes, porque los buenos literatos han preferido escribir en otras lenguas. El ejemplo más importante es de Elías Canetti que escribió toda su obra en alemán. Pero la literatura tradicional religiosa cuenta con la serie Meam Loez, la obra más importante del judaísmo escrita en una lengua judía que no fuera el hebreo. Es una amplia antología de comentarios bíblicos. Los diferentes libros se imprimieron entre 1730 y 1898, y la serié se publicó en hebreo en 1967, y en inglés, bajo el título Torah Anthology, en 1977. Con estas traducciones se introdujo con mucho éxito en el mundo askenazí. He visto la versión hebrea en la biblioteca de muchas casas israelíes. Dentro de poco, vamos a poder contar también con la versión original en ladino en internet. Si los sefardíes no han aportado tanto al mundo en ladino, lo han aportado en hebreo, tanto desde Sefarad como desde el Imperio Otomano en los Siglos XVI y XVII. En el Siglo XX, muchos sionistas visitaron Salónica, porque era la única comunidad judía que podía servir como modelo real de referencia para el Estado de Israel. Hoy, las universidades de occidente cuentan con muchos profesores con apellidos sefardíes -aquí sefardíes significa únicamente descendientes de los judíos que hablaban ladino- y hay grandes inventores de esta alcurnia; en países del continente americano, en Francia, Inglaterra, España, Bulgaria o Serbia, incluso Alemania y Austria, los autores sefardíes ocupan un lugar muy destacado en el mundo de las letras. Lo que ocurre es que, en general, no se identifican como tales en el espacio público. Quizás podamos interpretar esta actitud como una muestra más de la falta de vigor de la identidad sefardí.

Hay distintos países que tienen cuentan con sus poblaciones sefarditas entre ellos Israel que tiene su revista y su programa de radio, al igual que en España. En Turquía también existe una población de cerca de 15 mil judíos sefarditas que tienen boletines o periódicos publicados en judeoespañol que son significativos. Pero va menguando como decía antes por el paso del tiempo. ¿O es también por la asimilación al país en que se vive que se adopta el idioma local?

– Así es exactamente. Los sefardíes de Turquía fueron los últimos que se vieron obligados a aceptar la asimilación. Para los que han nacido después de 1945, el ladino ya no fue su lengua materna o la única lengua materna. Estas publicaciones sobreviven con mucho esfuerzo, porque son leídas por sefardíes de todo el mundo. Pero la gente joven no las lee -tampoco podría hacerlo-, porque no entienden la lengua. En Israel, la emisión de radio en ladino, que hasta hace un par de años se transmitía diariamente durante media hora, ha quedado reducida a un programa semanal de una hora, en el que gran parte de los entrevistados se expresa en hebreo. Desgraciadamente, esto lo dice todo.