Hacer lo impensable, por definición, suele ser inimaginable. Para eso se necesitan condiciones límites que nos fuercen a dar lo mejor de nosotros. Reinventarse, ser proactivo y resiliente es parte del acervo cultural de nuestro pueblo, y nuevamente hubo que llevarlos a la práctica.
En marzo comenzaba un año normal al regreso de las vacaciones de verano, pasamos un hermoso Purim y de repente, como una bofetada en el rostro, se nos presenta la realidad. No era una sorpresa. Veíamos lo que estaba pasando en Europa y sólo era cuestión de tiempo pero… siempre se espera que las cosas no ocurran. De un día para otro no hay minián tres veces al día, no hay tefilot en Shabat, no hay clases, estudio en parejas, ni charlas. No hay socializar todos alrededor del kidush, comer juntos en la seudá shelishit y reunirnos en la Habdalá. Las dos sinagogas de Aish, la ashkenazí y la sefaradí, están vacías. Las oficinas cerradas. Ya no hay vida comunitaria.
¿No hay vida comunitaria? ¿En serio? Aish (por su fonética inglesa) significa “fuego” en hebreo. Lo que ocurrió con Aish-Chile este año me recordó al ave Fénix. Esa mítica ave de fuego que tenía la supuesta capacidad de renacer de sus cenizas. Y así sucedió con Aish. El edificio se vació, los miembros de la comunidad se encerraron en sus viviendas. Pero Aish se irguió desde las casas. Y con más fuerza porque esto no nos podía doblegar. Definitivamente la institución no está en el edificio sino en la gente que la compone.
Diferentes plataformas como Zoom, YouTube, Facebook Live, entre otras, se transformaron en parte de nuestra nueva “vida comunitaria”. Sí. Porque ésta no desapareció. Sólo se transformó temporalmente. Nuestro más preciado valor no estábamos dispuestos a soltarlo así nomás. Creo que tratamos de estar a la altura de lo que dice la Torá: “ki am keshé óref hu” (“porque un pueblo duro de cerviz es”). Somos testarudos. Ese es nuestro “plus” cuando lo usamos para bien. No vamos a perder nuestra querida y valorada vida comunitaria por una pandemia. ¡No Señor!
Entre el staff de planta y voluntarios se organizaron y realizaron clases, actividades y programas de estudio de los más diversos temas y para todo público. Así, se han realizado cientos de clases de -Halajá, Parashat Hashabúa, Pirké Abot, Mitzvot y Jaguim. Temas como “Orjot Tzadikim”, “Ingeniería del Alma”, “Emuná y Bitajón”, “Dérej Hashem”, “Los 48 Caminos de la Sabiduría”, “Crecimiento e Inspiración”, entre otras. Todo esto sin olvidar las clases de cocina, charlas con invitados especiales, actividades infantiles y para Rosh Jódesh.
Se crearon programas de entrevistas en línea como “Detrás de los Uniformes”, que nos permitió conocer otras facetas de distintas personas de nuestra comunidad, y “Temas Relevantes”, donde pudimos interiorizarnos de diferentes tópicos de interés general.
Para finales de septiembre se contabilizaban más de 1000 transmisiones por Facebook Live y Zoom, más de 40 clases semanales, más de 30 personas trabajando detrás de cámaras entre el staff y voluntarios, más de 2.500 espectadores en vivo cada semana, y más de 1.700.000 minutos reproducidos.
Sin embargo, quien más quien menos, si vemos la agenda comunitaria semanal, gracias a D’s nuestras instituciones judías no se quedaron tranquilas y, si bien la forma en que tuvimos que hacer las cosas fue muy diferente a otros años, la agenda comunitaria siempre está llena de clases y actividades. Por lo tanto, cabe preguntarnos cuál es el “Ma Nishtaná”. ¿Cuál fue la gran diferencia para nosotros, los miembros de Aish, este año?