Por Eduardo Weinstein Serebrenik
La importancia no valorada de Keren Hayesod en Viña del Mar
Con ocasión de la autoría de mi tercer libro “Vientos de Li-bertad” (Los Weinstein en Chile) visité a mi tía Marta Weinstein con el objeto de hacerle una entrevista para incluirla entre los más destacados parientes que conforman la familia de cerca de 1.100 nacidos en Chile, todos desde que en 1898 llegó a Chile don Salomón Weinstein, su cónyuge y tres hijos. Al finalizar nuestra reunión en su acogedor departamento de la comuna de Providencia, en un otoño lluvioso, le pido algunas fotografías para ilustrar la entrevista, y ella me conduce a una sala donde exhibe con orgullo una reliquia familiar. Era un recibo del Keren Hayesod, fechado en 1924, que acreditaba la donación de 57.11, 4 libras esterlinas -gran dinero para la época- efectuada por mi abuelo, Julio Weinstein, para ayudar a judíos que atravesando una difícil situación económica se estaban instalando recién en el país. No sé si mi tía habrá advertido ese día la conmoción que me provocó el gesto de mi abuelo que me sacó lágrimas, al valorar en toda su dimensión su nobleza humanitaria.
Su donación lo enaltecía al considerar que cuando la hizo ya era padre de siete hijos, a los que tenía que alimentar y educar.
Si bien ya había logrado disponer de un negocio estable (la Mueblería Londres), no era un gran comercio para la época. Entonces su mérito donante no radicaba en lo que le sobraba, sino en el esfuerzo hecho para un gesto solidario.
Uno de los temas predominantes en la casa de mis padres era Israel, recordando a los parientes que desde Smotrich (Ucrania) habían emigrado hacia lo que era la antigua Palestina. Las conversaciones se cifraban en los progresos que estaba alcanzando Israel y la cooperación que todo israelita debía hacer al Keren Hayesod, fuera a través de la campaña de fondos designada como Magbit, Jerum o como se llamara.
Recuerdo que mi padre fue siempre un leal cumplidor de esta obligación autoimpuesta, aunque posteriormente no muchos tomaron conciencia de este deber.
Siendo un muchacho y recién incorporado a mi profesión de abogado apareció un día en mi oficina David Berkovich (Z.L.), secreta-rio de Keren Hayesod. Con una amplia sonrisa pidió mi colaboración para este fondo de ayuda a personas y obras, lo que yo no hacía por considerar que las donaciones hechas por mi padre representaban a toda la familia. Desde aquel día, con mi esposa Sylvia hemos mantenido rigurosamente este apoyo instituido por hombres como mi abuelo, mi padre y seguido por mis hijos y nietos, a fin de que no se pierda la hebra del impulso para la realización de obras materiales y humanas. También lo hago por los que sin olvidar que pertenecen a Chile hoy son ciudadanos israelíes.
¿Cómo expresar el judaísmo?
– Mantener el acercamiento con el judaísmo puede expresarse de distintas formas, pues todas son válidas. Puede ser a través de la práctica religiosa, la educación, la cultura, la música, la literatura, el concepto de pueblo y hasta por el simple hecho de ser ciudadano israelí. Cabe evocar que, por la simple declaración de la Independencia del Estado de Israel, aquel 14 de mayo de 1948 se produjo a ni-vel mundial un cambio de actitud en el ciudadano israelita, que hasta entonces había vivido bajo el sometimiento de los que los hicieron apátridas. En la nueva condición podríamos decir simbólicamente que los israelitas crecieron unos veinte centímetros más en estatura, sus cabezas se irguieron y revivió su carácter escondido. Nada de seguir caminando cabizbajo para evitar el abuso o la grosería.
En ese segundo en que nació Israel, todos nos independizamos.
Como judíos, la mayoría de mi directorio se identificaba abiertamente con el Estado de Israel, con la educación y las tradiciones judías, sin que la religión fuera tan predominante, pero sí, respetada. Para el cumplimiento de esa identificación no bastaba con decirlo sino actuar además en consecuencia. Esto significaba “coo-perar” rigurosamente. Como las pautas transmitidas hacia el directorio fueron tan claras, que tanto Nicolás Grossman y José Scweskis llegaron a realizar un trabajo maravilloso durante todo mi período.