Por Mickey Gelerstein
Estamos pronto a vivir nuevamente una de las fechas más importante del calendario judío, Yamim Noraim. Nadie que haya leído alguna vez en su vida la corta plegaria “Unetané Tókef” que se reza en Musaf de Rosh Hashaná y Yom Kipur, podría quedar insensible a su texto. En su segundo verso, dice lo siguiente: “En Rosh Hashaná serán inscritos y en Yom Kipur serán sellados cuántos dejarán la tierra y cuántos serán creados. Quién vivirá y quién morirá. (…) Quién será degradado y quién será exaltado. Pero la Teshuvá, la Tefilá y la Tzedaká remueven el mal decreto”.
En los impresionantes días de Rosh Hashaná y Yom Kipur, le suplicamos a D’s con estas conmovedoras palabras, escrita por el Rav Amnón de Maguncia hace más de 1000 años atrás. El final de este rezo nos deja un mensaje fundamental para nuestros días: la declaración colectiva de, “Teshuvá, Tefilá, y Tzedaká evitan el mal decreto”.
La ecuación en sí misma parece bastante extraña. ¿Por qué se incluye Tzedaká en esa tríada? Uno puede entender fácilmente cómo la mitzvá de Tefilá (oración) -que apela a la misericordia de D’s- puede potencialmente evitar un decreto maligno. Al solicitar una respuesta positiva de D’s, y Él la acepta, el decreto se cancela. Del mismo modo, si una persona simplemente se aprovecha de la notable posibilidad de la Teshuvá (arrepentimiento), D’s lo perdona y se evita el decreto. ¿Pero por qué se incluye aquí la Tzedaká (caridad)?
A simple vista, y superficialmente, es una mitzvá como cualquier otra. ¿Por qué está junto a Teshuvá y Tefilá en esta grandiosidad de ideas y dotada del poder de evitar un mal decreto?
El rasgo común
Teshuvá, Tefilá, y Tzedaká son todos elementos profundamente transformadores en la persona. El cumplimiento adecuado de cualquiera de estas tres Mitzvot puede cambiar totalmente al individuo.
Rab Yosef Albo, en su libro “Séfer Haikarim”, sugiere la elegante noción de que en realidad no es D’s quien cambia de opinión, sino que es el hombre quien cambia en sí mismo. La Tefilá es tan poderosa, que es muy posible que la persona que concluye su sincera y sentida petición a D’s a través de la oración, no sea la misma persona que comenzó la oración.