A poco más de tres meses de declarada la pandemia del COVID-19, Abraham Cohen Benadava, actual presidente de la Comunidad Sefaradí de Chile, nos habló acerca de su Comunidad. En una conversación amena, directa, simple, aunque a la vez muy compleja por las distintas aristas que esta pandemia conlleva. Logramos rescatar algunas de sus impresiones que hoy queremos compartir con todos ustedes.
La Comunidad Sefaradí tiene ya casi 100 años de existencia. ¿Dirías que es el momento más difícil que ha debido enfrentar?
– Sería poco certero si afirmara que esta pandemia es el momento más difícil, ya que esta Comunidad ha estado en varias situaciones complicadas a lo largo de su historia. Mal que mal, son cien años de existencia donde se ha visto obligada a adaptarse a cambios de todo tipo. ¿Si es la más difícil? Solo el tiempo lo dirá, pero puedo afirmar que, en lo personal, no ha sido fácil, ya que esta pandemia nos llegó de pronto, cambiando el mundo entero, sin un claro aviso, trastornando la vida de todos. Las autoridades sanitarias debieron limitar las concentraciones comunitarias con el objeto de combatir la propagación del virus y eso sí que nos impactó. Esta, una Comunidad tan de abrazos, acostumbrados a vernos y compartir nuestras vidas, alegrías y penas cada semana, tan gozadores de las celebraciones y eventos comunitarios… Nunca antes nos había sucedido que nos viéramos limitados a reunirnos tan solo vía Internet.
¡Tan solo imaginar algo así, era ciencia ficción!
Sin embargo, tenemos una Comunidad sólida, con personas los suficientemente generosas que se dieron cuenta rápidamente de que para mantener “viva” la Comunidad, se requería del esfuerzo de todos, cada uno aportando desde su experiencia de manera de sortear el momento de la mejor forma posible.
De esta transición, algo abrupta, ¿cuál es el motor que hace que la Comunidad siga en movimiento a pesar de que la cuarentena?
– Nuestro foco siempre estuvo claro. Desde un principio, nos concentramos en ver la forma de mantener y reforzar el vínculo con las personas, ese que tanto hemos cultivado a lo largo del tiempo y sabíamos que esta pandemia no lograría romper.
Valoramos la vida por sobre todas las cosas por lo que el mensaje fue claro y concreto: Cuídate, quédate en casa que nosotros te acompañaremos.
Y así ha sido. Rabinos, directores, personal administrativo y voluntarios… ser testigo de tanta gente dispuesta a colaborar ha sido emocionante y tremendamente enriquecedor. Al igual que otras Comunidades, tuvimos la fortuna de contar con una tecnología amigable, que nos ha acompañado en este proceso y que nos ha permitido entrar a los hogares de tantos y en tantas formas.
¿Qué ha sido lo más complicado del proceso?
– Son tantas cosas. Más allá de lo técnico que vamos emprendiendo día a día como el teletrabajo, las actividades online, la forma de hacer nuestro Shabat o las iniciativas para llegar, por ejemplo de la mejor forma a Yamim Noraim, pienso en el factor humano de todo esto y me enorgullezco de nuestro equipo: todos tirando el mismo carro para hacer crecer aún más la Comunidad. Se me vienen a la cabeza la frustración que debieron haber sentido los chicos y chicas que estaban prontos a realizar su Bar y Bat Mitzvá. Sé que es un proceso que terminará bien, pero son chicos y lo deben haber sentido muy fuerte. Pienso también en los novios y novias, pero con cierto grado de optimismo porque espero sea solo una postergación. Pienso en el cambio de vida de la gente en general, las reuniones familiares que ya no existen, al menos físicamente. Abuelos que no han podido conocer a sus nuevos nietos o que no han podido ver crecer a otros. Tantas convivencias importantes, por ejemplo el Séder de Pésaj, tan relevante en nuestras vidas que aunque la hicimos virtualmente, no ha sido lo mismo.