Anat Vidor: Liderar con Coraje y Responsabilidad en un Momento Decisivo para Israel y el Pueblo Judío
En un momento marcado por desafíos históricos para Israel y un aumento sin precedentes del antisemitismo a nivel global, Anat Vidor —Presidenta de WIZO Mundial— emerge como una voz de claridad moral, acción y responsabilidad colectiva. En esta entrevista, realizada en un contexto cargado de tensión, dolor y reconstrucción, Vidor expone con fuerza la esencia del sionismo contemporáneo: un llamado a fortalecer el tejido social de Israel, a unir a la diáspora y a transformar la vulnerabilidad en resiliencia.
Sus palabras, profundas y directas, revelan el rol indispensable de WIZO como puente vivo entre comunidades, como motor humanitario y como defensa activa del futuro del pueblo judío.
Usted lidera WIZO Mundial en un momento histórico y desafiante. ¿Cuál es hoy el rol más urgente de WIZO para proteger y fortalecer a Israel y a la comunidad judía global?
El rol más urgente de WIZO hoy es proteger el tejido social de Israel y la cadena de responsabilidad del pueblo judío.
Siempre digo que WIZO no es “solo” una ONG: es uno de los grandes proyectos del sionismo. Somos la organización social más grande de Israel, con más de 300 proyectos, más de 6.000 empleados y alrededor de 70.000 ciudadanos bajo nuestro cuidado cada día. En tiempos de guerra y en tiempos de “paz”, nuestra misión sigue siendo la misma. Esto no es caridad. Esto es construcción de una nación.
Después del 7 de octubre vimos con total claridad que la seguridad nacional no se trata solo de tanques y aviones; se trata de construir diez guarderías dentro de hospitales en los primeros tres días de la guerra para permitir que el personal médico pueda trabajar; de absorber a evacuados en nuestros pueblos juveniles; de cuidar a todos los jóvenes del programa Naaleh en nuestras aldeas; de abrir nuestros centros comunitarios en 45 municipios para recibir a quienes debían abandonar sus hogares; de apoyar a las familias de reservistas; y, quizás lo más desafiante, de reabrir todas nuestras instalaciones en ciudades como Sderot una vez que los ciudadanos regresaron, a pesar de la falta de personal, las reubicaciones y el servicio militar de muchos trabajadores.
También debimos enfrentar el post-trauma e implementar programas de resiliencia para nuestro personal, niños y jóvenes. Luego vino el desafío de construir refugios en todas nuestras instituciones, según las nuevas regulaciones del Comando del Frente Interno. Hablamos de docenas de refugios que requieren construcción, mano de obra y recursos financieros. Después de la guerra con Irán, algunas de nuestras instituciones recibieron impactos directos. Fue extremadamente desafiante tenerlas listas para reabrir el 1 de septiembre… pero lo logramos.
Al mismo tiempo, nuestras comunidades en el extranjero también fueron golpeadas directamente por un aumento agudo del antisemitismo. WIZO es el puente vivo entre Israel y el mundo judío. De Estocolmo a Oxford, de Sderot a Santiago, somos un solo movimiento, un solo corazón, un solo destino.
Cuando una mujer en Chile, Finlandia o Melbourne apoya un proyecto de WIZO, no está ayudando a un país extranjero: está asumiendo responsabilidad por su propio pueblo. El sionismo es responsabilidad. Todo judío debería entenderlo ya.
Después del 7 de octubre, las prioridades humanitarias de WIZO cambiaron drásticamente. ¿Qué aprendizajes surgieron de este período de reconstrucción y resiliencia?
El 7 de octubre fue un terremoto moral. Creó no solo una crisis militar, sino social y emocional. Casi de un día para otro, WIZO tuvo que responder a familias evacuadas, niños que habían perdido a sus padres, mujeres atrapadas con parejas violentas bajo un estrés insoportable y comunidades en la frontera que tenían miedo de dormir por las noches. Nuestras prioridades humanitarias cambiaron del apoyo rutinario a la atención de emergencia para el alma del país.
Una de las lecciones más profundas es que aún no comprendemos totalmente el trauma. Hoy en Israel se habla de dos millones de ciudadanos con síntomas de trauma. Sabemos que el tiempo es el recurso más valioso. Por eso WIZO se ha convertido en una fuerza líder en respuesta post-trauma, utilizando la experiencia que hemos desarrollado durante muchos años. El mejor ejemplo es la Casa Abierta en Sderot. No solo la reabrimos: la transformamos en un modelo piloto de atención rápida, efectiva y holística. En lugar de depender solo de sesiones individuales con psicólogos, ofrecemos terapias que alcanzan a muchas personas a la vez, de forma accesible, rápida y cercana. Es un laboratorio viviente de cómo debe ser el tratamiento del trauma en un país donde toda la sociedad ha sido sacudida.
La segunda lección es que la resiliencia familiar es seguridad nacional. De la guerra surgieron programas nacionales para familias de reservistas que ahora se implementarán de manera conjunta con las Fuerzas de Defensa de Israel. En todo el país estamos realizando docenas de grupos de resiliencia de nueve semanas para madres y niños. A partir de este año hemos ampliado el trabajo hacia los propios reservistas, en un programa llamado “Nace un Padre”. Muchos de estos hombres se convirtieron en padres durante la guerra o regresaron a hijos muy pequeños y sintieron que habían “olvidado” cómo ser padres. El programa los ayuda a reconectarse y también entrega herramientas a sus parejas para reconocer señales tempranas de depresión o angustia cuando el reservista vuelve a casa. Esto no es secundario. La estabilidad de estas familias es parte de la estabilidad del país.
La tercera lección es que debemos enfrentar las olas invisibles que siguen a la guerra, especialmente en los jóvenes. En torno al Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, WIZO lanzó una campaña nacional sobre violencia juvenil, que vinculamos directamente al último año. Los adolescentes han estado expuestos a imágenes horribles en Telegram, a evacuación, a pérdida, y vemos un aumento masivo de violencia. Estamos utilizando nuestra investigación, nuestras redes educativas y nuestra voz pública para liderar campañas de concienciación y modelos concretos de prevención e intervención para escuelas, padres y comunidades.
La conclusión principal es que el trabajo humanitario después del 7 de octubre ya no se trata solamente de comida, refugio y ayuda de emergencia. Se trata de reconstruir el mundo interior de una sociedad. WIZO está tomando todo lo aprendido, convirtiéndolo en modelos y programas, y poniéndolo al servicio de Israel y del pueblo judío a largo plazo.
Usted habla con mucha fuerza contra la desinformación y las narrativas anti-Israel. ¿Qué cree que el mundo todavía no entiende sobre Israel, y qué puede hacer Chile para ayudar a corregirlo?
El mundo suele ver a Israel como una imagen en dos dimensiones: un conflicto en una pantalla, reducido a hashtags y titulares. Lo que desaparece es el Israel real, el que veo cada día a través del trabajo de WIZO: bebés en guarderías, adolescentes en pueblos juveniles, mujeres reconstruyendo sus vidas en refugios, personas mayores en centros comunitarios, nuevos inmigrantes tratando de encontrar su lugar. Cuando hablas de Israel solo como un asunto militar, borras una sociedad humana completa.
También existe un profundo malentendido sobre el sionismo. Hoy está de moda llamarlo “colonialismo”, pero el sionismo es, en realidad, la startup social más exitosa jamás creada, como escribe el profesor Gil Troy: un movimiento que convirtió a un pueblo de refugiados en un pueblo de creadores. No es odio; es sanación. No es exilio; es regreso a casa. Es nuestro intento de construir una democracia en Medio Oriente basada en igualdad, justicia y compasión después de dos mil años de persecución.
También escribí recientemente sobre la ilusión de la “lucha contra el antisemitismo”. Vemos a influencers jóvenes pidiendo tranquilamente matar a “diplomáticos sionistas” en televisión sin consecuencias. Vemos judíos golpeados en las calles de Europa mientras las autoridades emiten comunicados y organizan conferencias. No existe una lucha real contra el antisemitismo sin coraje moral, sin consecuencias y sin justicia.
En este contexto, un país como Chile es increíblemente importante. Chile tiene una comunidad judía fuerte, seria y cálida. Lo más importante no es solo apoyar proyectos en Israel, sino fortalecer su propia comunidad desde adentro. Adaptar elementos de la personalidad israelí resiliente a las nuevas generaciones: pensamiento independiente, capacidad de liderazgo, valentía para hacer preguntas difíciles y, aun así, mantenerse orgullosos como judíos y como sionistas.
Envíen a sus jóvenes a Israel. Que vean con sus propios ojos que Israel no es un titular, sino la táctica más exitosa en la historia judía para salvar al pueblo judío—y que funcionó. Háganlos sentir orgullo por su judaísmo y su sionismo. Enseñen en casa que Israel es parte de su propia historia, no un conflicto ajeno. Cuando existe orgullo, comprensión y unidad comunitaria, se forma una generación que se siente responsable de su propio destino.
No sobreprotejan a los jóvenes ocultándoles la realidad. Así como un joven israelí de 18 años es digno de defender su país, ustedes deben confiar en que sus jóvenes pueden defender su identidad con conocimiento, lenguaje y confianza. No permitan que otros dicten su narrativa. Enséñenles a contarla ellos mismos, con claridad y sin miedo.
Si Chile es capaz de criar jóvenes informados, orgullosos y conectados con Israel a través de movimientos como WIZO, la verdad sobre Israel no solo se defenderá en paneles de televisión: se vivirá cada día en Santiago, en Viña del Mar y en cada hogar judío.
Chile enfrenta tensiones sociales y políticas donde a veces aparece retórica antisemita o conceptos erróneos sobre Israel. ¿Qué mensaje ofrecería a la sociedad chilena sobre convivencia, verdad y responsabilidad cívica?
Mi primer mensaje es muy claro: no es necesario apoyar cada política de un gobierno israelí para rechazar el antisemitismo. La crítica es parte esencial de cualquier democracia. El odio no lo es. Cuando los judíos son tratados como un cuerpo extraño, cuando sus escuelas o centros comunitarios se ven amenazados por eventos que suceden a miles de kilómetros, se ha cruzado una línea roja. Y esa línea no se cruza solo contra los judíos: se cruza contra los valores democráticos de Chile mismo.
También invitaría a la sociedad chilena a mirar con honestidad lo que ha logrado el movimiento sionista. El sionismo no es únicamente una historia de conflicto. Es un proyecto democrático que construyó una sociedad con elecciones libres, un sistema judicial independiente, una prensa crítica y una de las sociedades civiles más diversas del mundo, en medio de una región tremendamente violenta. A través de WIZO yo veo esta democracia desde la base: guarderías, refugios para mujeres, aldeas juveniles, servicios para nuevos inmigrantes y adultos mayores. Si alguien quiere entender Israel, debe mirar esta infraestructura humana, no solo titulares de prensa.
Chile tiene su propia historia dolorosa de polarización y violencia política. Ustedes saben —quizás mejor que muchos otros países— lo que ocurre cuando la ideología se vuelve más importante que la vida humana. Mi mensaje sería: no importen a Chile los odios ajenos. Aprendan sobre Medio Oriente desde fuentes serias. No permitan que las redes sociales decidan por ustedes quién es humano y quién no.
La responsabilidad cívica significa tres cosas:
- proteger a las minorías, incluyendo a los judíos, de convertirse en símbolos en vez de vecinos;
- defender la verdad incluso cuando es impopular, insistir en hechos, contexto y complejidad;
- construir alianzas entre comunidades sobre derechos y responsabilidades compartidas, no sobre la renuncia a la identidad propia para ser aceptados.
Judíos, cristianos, musulmanes y personas sin religión tienen todos un interés común en un Chile donde el desacuerdo no se convierta en deshumanización.
Aquí movimientos como WIZO Chile pueden ser un modelo. Cuando WIZO apoya escuelas como Estado de Israel —y otras escuelas chilenas que llevan el nombre y valores de Israel— no es solo filantropía: es una declaración para la sociedad chilena de que Israel es un socio en educación, responsabilidad social y construcción de ciudadanía. Esa es hasbará en su mejor versión: explicar quiénes somos a través de aulas y acciones, no solo discursos.
Creo profundamente que la respuesta es seguir explicando, y no rendirse. Explicar, una y otra vez, lo que defendemos: un Estado judío y democrático, el valor de cada vida humana, la igualdad ante la ley, el sueño de que, después de dos mil años de persecución, el pueblo judío pueda vivir como un pueblo normal en su propia casa y aun así preocuparse por los derechos de los demás. Incluso cuando haya hostilidad o indiferencia, debemos seguir hablando con calma, invitar a la gente a visitar, mostrar nuestras escuelas, hospitales y centros comunitarios.
Una herramienta muy práctica es el trabajo cívico interreligioso. Reunir a líderes judíos, cristianos, musulmanes y seculares en actividades conjuntas sobre temas compartidos: protección de mujeres contra la violencia, apoyo a niños vulnerables, ayuda a refugiados, resiliencia climática. Así la sociedad chilena ve a los judíos no solo en las noticias cuando hay un conflicto, sino codo a codo con otros, sirviendo comida, enseñando, construyendo comunidad. Cuando se trabaja juntos en problemas humanos reales, se hace mucho más difícil que prosperen las mentiras simples.
En la comunidad judía solemos decir: “No estamos a favor o en contra de gobiernos; estamos a favor los unos de los otros.” Creo que ese es un principio excelente para cualquier sociedad sana, incluida la chilena. No es necesario elegir entre apoyar derechos palestinos y defender a ciudadanos judíos. Una democracia seria hace ambas cosas.
Si Chile fortalece su comunidad judía, apoya sus escuelas WIZO y anima a sus jóvenes a conocer Israel directamente y a hablar con voz propia, ya estará corrigiendo muchas de las distorsiones sobre Israel —no solo en discursos, sino viviendo la verdad día a día.
En un momento en que el liderazgo femenino es más esencial que nunca, ¿qué consejo daría a las mujeres judías —en Israel y en Chile— que desean participar, influir y liderar?
Mi primer consejo es: no esperen a sentirse “listas”. El liderazgo no es un título ni un certificado; es una decisión de tomar responsabilidad donde otros prefieren quedarse como espectadores. Si organizas un evento comunitario en Santiago, acompañas a una mujer más joven, inicias un proyecto para apoyar a familias en necesidad o haces que WIZO entre a tu hogar, ya estás liderando.
Después del 7 de octubre vimos con toda claridad cómo es el liderazgo femenino. Nació un nuevo pueblo israelí: probado, herido, pero unido. Y durante esos días oscuros, fueron las mujeres quienes mantuvieron al país en pie: en cocinas comunitarias, aldeas juveniles, hospitales, refugios y grupos de WhatsApp que organizaban ayuda más rápido que cualquier burocracia. Fuimos testigos del renacimiento del sionismo a través de la compasión y el coraje. Ese es el tipo de liderazgo que el mundo judío necesita hoy de sus mujeres: empatía con fortaleza, idealismo con pragmatismo.
Segundo: recuerden que su identidad judía y sionista no es un peso, es una fuente de poder. El sionismo no es una ideología del pasado; es el ritmo vivo de nuestro pueblo. Es, como dice Gil Troy, la startup social más exitosa jamás creada. Pero toda startup necesita constructoras. Tu voz, tu historia, tu decisión de levantarte y hablar en tu comunidad: eso es lo que continúa el relato judío.
También hay una responsabilidad que debemos decir en voz alta. En muchas comunidades, si WIZO no es fuerte, simplemente no habrá liderazgo femenino judío fuerte. Cuando WIZO está activa, creativa y orgullosa, les da a las mujeres una plataforma para aprender, liderar e influir en toda la comunidad.
Y finalmente: no están solas. WIZO siempre ha sido una red de mujeres que eligen actuar juntas, no competir solas. Nuestra imagen hoy es exactamente la que compartí en WIZO Oxford:
“Estamos con una mano sosteniendo la espada del coraje, y con la otra levantando una copa de celebración.”
Con una mano combatimos cada mentira antisemita; con la otra celebramos la vida, la fe y la creación. Cada reunión, cada proyecto, cada conversación con tus hijos sobre Israel es un acto sionista.
Cuando las mujeres judías —en Israel y en Chile— entienden esto, no hay límite para el impacto que pueden tener.






