Mia Schem en Chile: una visita que quedará en nuestra memoria
Por Paola Zalaquett Grosz
No todos los días se tiene la oportunidad de ver la historia frente a uno. Gracias a Keren Hayesod, pudimos compartir con Mia Schem y su madre, Keren. Desde el momento en que pisaron suelo chileno el jueves 21 de agosto, hasta la gran cena anual de Keren Hayesod el martes 26, cada encuentro, cada conversación, dejó una huella profunda en mí.
Escuchar la historia de Mia, esa que dio la vuelta al mundo, me dejó sin palabras. Cada relato suyo me conmovió; no podía creer que estaba escuchando de su propia voz lo que había vivido.
Mia tenía apenas 21 años aquel 7 de octubre de 2023, cuando asistía al festival de música Nova. Fue secuestrada por Hamas y llevada a Gaza, donde pasó 54 días en condiciones inhumanas.
Lo que más me impactó fue lo que pasó con su brazo: un balazo la desconectó de su propio cuerpo, y durante días vivió con el miedo de perderlo. Contaba cómo sentía un dolor intenso desde aquel disparo, un dolor que no era solo físico, sino también emocional.
Sin embargo, esta visita a Chile fue diferente. No se trató solo de dar testimonio, sino de vivir un encuentro personal y cercano con una comunidad que la recibió como familia. Junto a su madre, Keren, que la acompañó durante todo el proceso y cuya fuerza también inspira, pudieron conectar con una parte de su propia historia familiar.
Me refiero a su conmovedora visita al Cementerio Israelita de Conchalí donde pudieron encontrarse con la tumba del abuelo de Keren. Fue un instante íntimo y silencioso, cargado de significado, que no solo las conectó con sus raíces en Chile, sino que también recordó a todos que la historia de cada familia judía está profundamente entrelazada con la del pueblo entero.
El viernes por la noche participaron del servicio de Shabat en la sinagoga del Mercaz, en dónde la comunidad pudo darle una cálida bienvenida y recibió el honor de subir a abrir el Aron Hakodesh en conjunto con el Embajador Peleg Lewi, más adelante compartieron una cálida cena familiar de Shabat en la casa de Jaco Leopold, presidente de Keren Hayesod.
También tuvo momentos de distensión. Visitó Viña del Mar y una reconocida viña, donde pudieron conectar con la belleza natural de nuestro país.
El primer gran evento de Mia y Keren fue el sábado, nos reunimos con 150 jóvenes de entre 18 y 35 años en el Club de Golf La Dehesa, marcando un momento único.
Mia compartió su testimonio sobre los 55 días que vivió en cautiverio, respondiendo preguntas con sinceridad y profundidad. Cada palabra fue escuchada en un silencio reverente.
Tras el relato, se abrió un espacio cálido de conversación, fotos y abrazos, donde la cercanía y la emoción fueron palpables.
La visita terminó con nuestro gran Evento Anual de Keren Hayesod, que se llevó a cabo el martes 26 de agosto en el Mercaz. La cena que reunió a 450 personas, entre ellos autoridades, contribuyentes e invitados especiales fue inolvidable. Allí, Mía y Keren compartieron su testimonio frente a todos, recordándonos la importancia de mantenernos unidos como pueblo y de seguir apoyando a Israel en los momentos más difíciles.
El relato de Mia y su madre caló hondo en mí. Su historia la contó con una cercanía que me hizo sentir cada instante como propio. Mia nos llevó desde el momento en que fue secuestrada de la fiesta —herida, desolada y asustada— hasta la pesadilla diaria de su cautiverio, envolviéndonos en su experiencia como si la viviéramos con ella.
Recordó el infierno de permanecer en una casa vigilada por un terrorista, con su brazo herido por un balazo que la había desconectado por completo de su propio cuerpo.
Contó cómo fue operada sin anestesia, un procedimiento brutal que la dejó al borde del colapso, sin acceso a ningún tipo de medicamentos.
También compartió el doloroso momento en que la obligaron a grabar un video mostrando que todo estaba bien y donde le cortaron el pelo para se viera más “bella” y demostrar que nada estaba mal, mientras ella solo podía rogar por su liberación.
Me hizo sentir su miedo, su terror. Hoy, Mía no solo cuenta su historia; la convierte en fuerza, en lucha, en un compromiso de seguir adelante cuando todo parecía haber terminado.
El paso de Mia y Keren por Chile no fue una visita más.
Fue la oportunidad de mirar a los ojos a quienes representan la resiliencia de Israel, de abrazar de cerca a quienes transformaron el dolor en fuerza, y de sentir que, como comunidad, formamos parte de esa historia que une a judíos en todo el mundo.
Nos dejó un mensaje de esperanza, pero también un desafío: no olvidar a quienes aún no han regresado y seguir trabajando unidos para que la luz venza a la oscuridad.
Am Israel Jai