Actualidad, COMUNIDAD SEFARADÍ

UNA VISIÓN PARADISIÁCA DE LOS YAMIN NORAIM

Por Rabino Daniel Zang

Comunidad Sefaradí

Dos eventos históricos enmarcan esta época especial del año. No es casualidad que fechemos el inicio de la historia con la creación del hombre. Un día como hoy, un viernes por la tarde, cuando ya comenzaba a oscurecer y frente a un mundo servido frente a él como una mesa que espera a su comensal, sin embargo, a punto de comenzar, un cambio de planes. El hombre es tomado de la tierra de donde fue creado y es depositado en el paraíso, del que será expulsado, 10 días después, al salir de Yom Kipur.

Adam llega a este paraíso en plenitud e inocencia.  Solo.  En un proceso individual de búsqueda y descubrimientos; pronto descubre que esa soledad no es buena y que debe ser confrontada, al igual que sus ideas, sus pensamientos y sus sentimientos.  Comienza, entonces, reconociendo su medio, llamando a las cosas y a los seres por su nombre, captando esencias y virtudes que describen las características de cada criatura.

Una vez ubicado, vuelve a estar solo. Porque frente a la realidad, se está solo. Y por ello, desdobla su identidad, para enfrentarse a si mismo, a su costado (o costilla). Es aquí donde está su mayor pérdida, pero radica también su mejor triunfo: la pérdida de la verdad absoluta. Como comenta Maimónides, al describir el castigo del fruto del conocimiento, como la pérdida de la Verdad, hacia una cualidad inferior que es la del Gusto (lo bueno y lo malo). Hasta ese entonces, el cielo podía ser verde, el pasto rojo y los árboles azules, nadie lo refutaría, pero a partir de ese instante en que aparece su otra, las cortinas de su casa serán ocre con tintes dorados, sin derecho a discusión o, más bien, con deber a disenso.  El primer paso, para salir de la burbuja y aterrizar en este mundo, es saber que no tenemos la Verdad, sino una ínfima porción de ella, que ni siquiera la suma de las partes logrará formar nuevamente el todo.  La Verdad perdida, que sólo muestra sus destellos a través de la Torá como regalo Divino de Su luz.  Que tal vez se recupera en el proceso creativo y creador del encuentro con tu otra mitad, del dar luz, dando a luz.

Esa Torá que nos dice “u bajarta ba jaim” “y elegirás la vida”, porque nuestra primera elección, no fue la del fruto de la vida, sino la del conocimiento.  Pero de qué serviría una vida, aún eterna sin conocimiento. Conscientemente elegimos conocer y cuando, desde ese conocimiento, miramos alrededor, y nos miramos a nosotros mismos, nos sentimos demasiado desnudos, desprotegidos y, por ende, avergonzados. ¿Cómo no sentir vergüenza, con lo que pasa alrededor, con lo que hemos hecho, o no hemos hecho, con lo que dejamos hacer? ¿Cómo no sentirnos desnudos de impotencia, ante tanta injusticia, maldad, y rencor, en nosotros y los otros? Y la primera actitud, será buscar un ropaje, de lo primero que hallemos a nuestro alcance. Ropaje del árbol del conocimiento; ropaje que diga “ahora ya sé como tapar mi vergüenza”. Es entonces el tiempo para la pregunta “Aieka”, ¿dónde estás? Donde estás tú, ahora. ¿De quién o de qué te escondes? ¿Tenemos acaso miedo al futuro, desconfianza al presente? ¿Buscaremos acaso excusas en los otros, para justificar nuestro actuar?  Siempre hay una serpiente detrás de todo, ¿pero acaso nos queremos pasar de listos como ella? 

El primer Kipur, no nos habla de la salida de este paraíso ni de arrepentimiento, sino de 2 hermosos regalos que le fueron conferidos a la humanidad.  Ganar el pan con el sudor de la frente, valorar todo lo que se tiene, pues te lo has ganado.  Aprender a gozar de la vida, porque no es fácil, y nada te viene de regalo.  Aprender a sembrar para poder cosechar y confiar en que Dios pondrá lo suyo para que las bendiciones rieguen las semillas. Y, de la misma forma, los dolores de parto, para aprender que la mayor felicidad, nace a veces de un profundo pesar.  Para transformar todos los pesares de nuestra vida en dolores de parto, dolores creativos, que nos ayuden a crecer y transformar.  

Estos 10 días paradisíacos que se nos avecinan nos presentan su gama de posibilidades. Son el campo de experimento, de las semillas que sembramos para el nuevo año.  “A zorim ve dima, ve rina ikzoru” “los que siembran con lágrimas cosecharán con alegría” repetimos diariamente al llenar nuestros estómagos. Quiera Dios que las lágrimas que derramaremos en estos días, al arrepentirnos, al pedir perdón, al mirar nuestro interior, al encontrarnos místicamente con nuestros antepasados y físicamente con nuestras comunidades, puedan regar nuestras semillas de sueños y anhelos por un mundo mejor.

Transformemos nuestras kutnot or (ropajes de piel/cuero), en kutnor hor, (ropajes de luz). Haciendo que brote esa “Or zarua la tzadik, ule ishrei lev simja”, “luz sembrada para los justos que llena el corazón de alegría”.