Por León Lanis V.
La historia Judía está llena de ejemplos de valentía e implacable audacia contra aquellos que buscan someternos, paradigmas como estos nos sobran: Moisés contra el Faraón, los Macabeos contra el imperio Seleucido, Bar Kojba contra los romanos y más reciente, Israel contra gran parte del mundo. Dicha interminable rebeldia y deseo por la autodeterminación ha sido la lucha del pueblo Judío desde que se tiene conocimiento de su existencia, en las propias palabras del general Judío durante la primera guerra Judeo-Romana, Eliazar Ben Yair– “Los Judíos nunca nos hemos sometido a la esclavitud, incluso cuando no nos traía problema alguno (…) D’os nos dió el privilegio de vivir y morir nobles y libres” (palabras de Eleazar antes de morir en Masada, según recuenta el historiador Flavio Josefo en La Guerra Judía).
Dicho esto, creo que es importante, como comunidad Judía, que siempre recordemos y celebremos a aquellos rebeldes que han vivido y muerto con el mismo ímpetu que el general Judío antes citado, por am Israel. En esta nota, pretendo contar una de las historias más audaces de la época de la creación de Israel, una historia que lamentablemente ya está casi olvidada de nuestra historia: el gran escape en el SS Éxodo en 1947. Esta sorprendente historia ha sido inmortalizada en el libro “Éxodo” de León Uris y la posterior película homónima protagonizada por Paul Newman.
El comienzo: la brijá y el status quo posguerra
Tras las atrocidades del holocausto, muchos suelen pensar que el mundo fue compasivo con los Judíos sobrevivientes y que se hizo todo lo posible para que puedan “recuperar” su normalidad. La realidad es tan cruel que parece mentira. Gran parte de los Judíos sobrevivientes de la Shoá terminaron en “campos de internamiento” (básicamente campos de concentración con otro nombre) a través del mundo. Los Judíos liberados por la Unión Sovierta terminaron en campos de trabajo o bien en extrema pobreza, los que quedaron por Europa, buscando volver a sus hogares, fueron fuertemente atacados por las personas que se quedaron con sus propiedades y, especialmente, los que fueron liberados por los británicos quedaron atrapados en campos de concentración en Chipre con condiciones de inanición, enfermedades y maltrato por parte del ejercito inglés. Para efectos de esta nota me quiero fijar únicamente en estos últimos.
Aunque no se suele recordar mucho, la sociedad británica ha tenido un nivel ferviente de antisemitismo desde sus inicios, teniendo pogromos terribles como la masacre de la Clifford Tower en York, la expulsión masiva de Judíos en el 1290 o las leyes apartheid que establecieron ante su retorno en el 1700. Los británicos, siendo desde la primera guerra mundial los administradores de la entidad internacional del “Mandato Britanico de Palestina”, tenían ahora en sus manos más de 53.000 sobrevivientes de la Shoá queriendo llegar a Israel. Siguiendo el status quo de los Nazis, establecieron verdaderos campos de concentración en las ciudades de Caraolos y Dhekelia en Chipre. Allí, muchos sobrevivientes esperando llegar a la tierra prometida, perecerán de hambre o tifus. Fue tan cruel la administración de estos campamentos que los Británicos se rehusaron incluso a entregar porciones razonables de comida o medicamentos a esta nueva población Judía, la mayoría de la comida provenía principalmente de ONGs Judías de todo el mundo.
Los Judíos presos de estos campos fueron atrapados por los britanicos tras un plan de una organización sabra conocida como la Brijá. Esta organización, fundada en 1938 por Judíos del Mandato Británico de Palestina fue creada con la intención de ayudar a Judíos escapar de los ghettos nazis para ser evacuados a Israel. Tras la liberación de los campos, los Británicos, convencidos por neo-nazis árabes como Haj Amin Al-Husseini, prohíbieron absolutamente la inmigración de Judíos a la tierra prometida. Los Judíos no se dieron a vencer. Tras cientos de intentos de escapes, los Británicos reforzarán los perímetros con fusibles y alambres de púa; desde Israel, un grupo organizaría un escape de película.
El gran escape: la primera operación del Mossad
Tras la abolición en Europa de la Brijá, el Yishuv Central (gobierno provisorio Judío) de Israel crearía una nueva organización dependiente del Departamento de Inmigración, oficialmente llamada Mossad Aliyah Bet o informalmente la Oficina B. La idea era crear un grupo de saboteadores y espías que lograran la inmigración ilegal de Judíos hacia el Mandato, este sería el precursor del actual Mossad.
Ex oficiales de la Brijá comienzan a planear un gran escape de Judíos en Chipre, que logre un gran nível de atención internacional y derribe las barreras britanicas.
Los agentes comienzan comprando un barco pesquero de mala muerte en Baltimore, Estados Unidos, oficialmente registrado como el SS Warfield. Lo llevan hasta Famagusta, Chipre. A bordo iban los agentes del Mossad Yossi Harel (comandante de la operación), Yitzhak Ahanorovich (capitán del barco) Micha Perri, Ariel Einav y la reportera estadounidense Ruth Gruber. Allí, los agentes -ex oficiales del ejército britanico- usarían sus uniformes y firmas falsas para engañar a los guardias del campamento y retirar así a 4.515 Judíos, principalmente niños y adultos mayores. Una vez cargados en camiones militares, los espías del departamento B subirían a los sobrevivientes de la Shoá al barco, zarpando rápidamente. Una vez en el agua, los Británicos descubren el plan y envían un navío destructor a detener el barco, los tripulantes cambian el nombre del barco a SS Éxodo y plantan la bandera de Israel. Tras varios intentos de abordaje, una huelga de hambre e incluso el homicidio de civiles Judíos abordo por parte de fuerzas especiales britanicas, la presión internacional caería sobre la corona inglesa. Tras varías negociaciones, el capitán del Éxodo diría su último mensaje al General Inglés sir John Harding: “Deja a mi gente ir”, imitando a Moisés cuando se enfrentó al faraón. Los británicos cedieron y permitieron la inmigración del Éxodo a Haifa.
Llegando al puerto, cientos de Judíos los recibirían con cantos y bailes, sin saber que estaba a la espera una compañía de fusileros ingleses. Llegando a Haifa el Éxodo, los tripulantes cansados y hambrientos bajan besando el piso, rezando y cantando, los fusileros los afrontan apuntando sus rifles, su intención: detener a todos los miembros del Éxodo. De nuevo, con el irreverente ímpetu de nuestro pueblo, los tripulantes y los Judíos que los recibieron se cambian de ropa e intercambiaron identificaciones, haciendo imposible que los ingleses pudiesen detener a los inmigrantes. Los británicos al ver que no había opción, desistieron.
Muchos autores consideran la historia del Éxodo como el punto de inflexión para la creación del Estado de Israel, mostrandole a todo el mundo que los Judíos ya no se someterían a las pretensiones de otros, si no que su autodeterminación era imparable. Tras la operación exitosa, el SS Éxodo se convertiría en parte de la flota de la Palyam (marina de la Haganá) hasta su retirada de servicio en 1950. En Israel se le apodó “el barco que lanzó una nación”.