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Peleg Lewi: “Israel y la diáspora judía nunca han sido tan importantes el uno para el otro”

Por Gaby Dascal

El nuevo embajador de Israel en Chile, Peleg Lewi, llega al país en un contexto complejo tanto para Medio Oriente como para las comunidades judías de la diáspora. Con amplia experiencia diplomática en América Latina —fue cónsul en Colombia y embajador en Paraguay—, Lewi combina su formación israelí con una identidad marcada por sus raíces familiares en Uruguay y Argentina.

En conversación con Revista Shalom, comparte sus impresiones sobre la relación entre Israel y la diáspora, los desafíos que enfrenta la comunidad judía en Chile y sus expectativas para fortalecer los lazos bilaterales en un escenario internacional que, tras el 7 de octubre, se volvió más desafiante y urgente que nunca.

 

—Embajador, cuéntenos un poco de su historia personal.

Nací en Uruguay, aunque mi padre es uruguayo y mi madre argentina. A los cuatro años emigramos a Israel, país que siento como mi identidad principal. Allí hice mi servicio militar y me formé como diplomático desde muy joven. Sin embargo, haber crecido con un pie en América Latina me permitió entender de cerca lo que significa ser judío en la diáspora: vivir como minoría, construir identidad en contextos no siempre fáciles y, sobre todo, valorar el vínculo entre Israel y las comunidades judías del mundo.

—¿Cómo cree que Israel ha manejado históricamente su relación con la diáspora judía?

Con autocrítica, pienso que no siempre lo hemos hecho bien. Durante muchos años se tendió a ver el judaísmo desde una óptica muy ortodoxa, lo que no refleja la realidad de la mayoría de las comunidades del mundo. 

El 7 de octubre marcó un antes y un después: hasta ese día se daba por sentado el apoyo de la diáspora, pero hoy entendemos mejor la importancia vital de cada comunidad, incluso de las más pequeñas, en el sostenimiento político, social y cultural de Israel.

 

En relación a las redes sociales, el embajador Lewi advierte que allí se libra una de las batallas más duras: “Estamos enfrentando una ola de desinformación sin precedentes. Las fake news se viralizan en segundos, muchas veces creadas y financiadas por actores con grandes recursos, y llegan a públicos que nunca tuvieron contacto real con Israel ni con judíos en su vida. 

De pronto opinan con fuerza sobre un conflicto que apenas entienden. Esa manipulación, sumada a campañas organizadas desde países y grupos hostiles, convierte a las redes en un campo de batalla permanente. Por eso debemos ser creativos, rápidos y claros, porque cada publicación cuenta en la percepción global de Israel y del pueblo judío”.

—¿Y cómo se percibe la actual “guerra mediática” en torno a Israel?

Israel sufrió un golpe militar y moral el 7 de octubre, pero también comunicacional. En la batalla de la opinión pública, muchas veces nos enfrentamos a campañas muy bien financiadas desde países y grupos contrarios, mientras que nuestro presupuesto es limitado. Sin embargo, eso también nos obliga a ser creativos. Creo que la unión con las comunidades judías y la claridad en el mensaje son nuestras principales armas. No se trata de excusarnos, sino de mostrar la verdad con firmeza, sin esconder las críticas, pero también sin ceder en lo esencial.

—En Chile, ¿cómo observa la situación del antisemitismo y el antisionismo?

Chile no ha sido históricamente el aliado más cercano de Israel, y la presencia de una comunidad palestina influyente también tiene su peso. Dicho esto, no considero que el pueblo chileno sea más antisemita que el argentino, el uruguayo o el peruano. Lo importante es distinguir: el antisemitismo es un asunto interno chileno que la propia comunidad debe enfrentar con decisión, mientras que Israel y su embajada deben estar al frente del combate contra el antisionismo en el plano internacional. 

Lo esencial es que la comunidad judía chilena siga cohesionada, porque esa unión es su mayor defensa.

 

Lewi también reflexiona sobre el rol de ciertos movimientos sociales y minorías en esta narrativa: “Vemos a colectivos feministas o activistas de derechos humanos que en realidad no muestran interés genuino por el destino de los palestinos. Su causa es otra: oponerse al ‘opresor’, al ‘colonizador’, y en este esquema Israel se convierte en el blanco perfecto. Es una dinámica cíclica donde el pueblo judío vuelve a ser utilizado como símbolo del mal. Por eso es tan importante mantenernos firmes en nuestra identidad y no dejar que otros definan nuestra historia”.

Lewi aborda también la reutilización de viejos mitos en la retórica contemporánea: “En la Edad Media circulaban acusaciones absurdas y criminales —como la calumnia de que usábamos la sangre de los niños— y hoy vemos versiones modernas de esa misma deshumanización: señalamientos gráficos e injurias que acusan a Israel de asesinar civiles y hasta periodistas, sin contexto ni pruebas. Eso no es solo desinformación: es una estrategia que convierte a todo un pueblo en un símbolo del mal… 

Debemos reconocer las críticas legítimas cuando existan, pero al mismo tiempo denunciar y desmentir con hechos las calumnias que alimentan el odio…

La respuesta es doble: exigir rigor y evidencia en la información y reforzar la educación mediática para que la opinión pública no se base en rumores ni en imágenes manipuladas.”

—¿Qué oportunidades ve en la relación bilateral entre Chile e Israel?

A pesar de los vaivenes políticos, existen bases sólidas para la cooperación entre ambos países. Áreas como defensa, comercio, innovación y tecnología se han mantenido firmes incluso en los momentos de mayor tensión diplomática. Estoy convencido de que con cualquier gobierno, ya sea de izquierda o de derecha, se puede ampliar el trabajo conjunto. Mi tarea es proteger a nuestros aliados, muchos de los cuales prefieren mantener un perfil bajo por miedo a la cancelación, pero que siguen comprometidos con una relación constructiva.

—¿Cómo podemos motivar a los jóvenes judíos chilenos a involucrarse más en la defensa de Israel?

Cada persona puede aportar desde su lugar, pero necesitamos formar nuevos liderazgos. Estamos planificando un seminario junto a la Federación de Jóvenes Judíos de Chile para dar herramientas en comunicación y diplomacia pública. La idea es preparar voceros que se animen a dar la cara en espacios donde Israel y el judaísmo son cuestionados. También necesitamos que la propia comunidad y benefactores entiendan la importancia de invertir en liderazgo joven, porque es ahí donde se juega el futuro.

—En lo personal, ¿cómo ha sido su llegada a Chile?

La comunidad judía me ha recibido con los brazos abiertos. Desde mi primer día he estado en contacto con dirigentes, instituciones y sinagogas, y esa cercanía me da la energía para afrontar un trabajo demandante y la distancia de mi familia en Israel. 

No es fácil estar lejos, pero me confirma que tomar el desafío de venir a Chile fue la decisión correcta. También valoro la buena acogida de muchos chilenos fuera de la comunidad, lo que refuerza mi optimismo.

—Un mensaje final para la comunidad judía en Chile.

Este es un tiempo de unidad. El año que comienza debe ser de reconstrucción y renacimiento. 

Lo más importante es que los secuestrados regresen a casa, y que como pueblo recordemos que hoy estamos mucho mejor que generaciones anteriores, que vivieron persecuciones en Europa o Medio Oriente sin tener un Estado judío que los respaldara. Hoy sí lo tenemos, y eso debemos valorarlo y defenderlo con orgullo.

 

La llegada de Peleg Lewi abre una nueva etapa en la relación entre Israel y Chile, marcada por desafíos políticos y sociales, pero también por la oportunidad de fortalecer la identidad judía en la diáspora. Con optimismo y realismo, el embajador llama a la comunidad a mantenerse unida y firme frente a las adversidades, confiando en que la cooperación entre Israel y Chile seguirá construyéndose sobre bases sólidas.