Salud Mental y Resiliencia: Estrategias de Apoyo después del 7 de octubre
El 7 de octubre, fue un día que dejó una profunda huella en nuestras vidas y puso a prueba la solidez y efectividad de nuestro plan de emergencia comunitario (PEC). Este protocolo, diseñado meticulosamente para responder a situaciones de crisis, demostró ser un recurso invaluable, brindando apoyo logístico, emocional y social para nuestra comunidad en momentos de extrema necesidad.
Entrevistamos a Daniela Pesce, quien participó activamente en el plan de ayuda sicológica para nuestros compatriotas chilenos que viven en Israel
¿Podrías contarnos un poco sobre tu formación y experiencia en psicología?
Soy sicóloga de la Universidad Católica. Ahí estudié mi pregrado y luego hice un posgrado en esa misma universidad. Realicé un Magíster de Gestión Estratégica de Personas, un posgrado de Psicología Laboral. Siempre digo que tengo doble militancia, yo soy psicóloga laboral, y también hice la formación de Psicología Clínica en adultos, una combinación bien estratégica a la hora de hacer intervenciones en crisis que es mi expertise. Formo parte del equipo de intervención en crisis del Centro de Buen Trato de la UC, en donde llevamos más de 30 años haciendo intervenciones a nivel comunitario, cada vez que hay alguna catástrofe de origen natural como las típicas que tenemos acá en Chile: los aluviones, lo terremotos, tsunami. Tuve un paso por Canadá donde viví cinco años acompañando a mi marido que se fue a hacer un doctorado, y también tuve la oportunidad de hacer algunos estudios allá en la UFD, en la Universidad de Toronto. Soy terapeuta EMDR, que es una línea psicoterapéutica relativamente nueva para lo que significa la psicología. Es una corriente psicoterapéutica que se focaliza en el trabajo con trauma, parte con trauma individual, es decir, la intervención es individual, aunque los traumas en ocasiones son colectivos, como lo ocurrido el 7 de octubre.
¿Cómo te involucraste con la comunidad judía de Chile y su plan de emergencias comunitarias?
Bueno, parte de mi familia es judía y de participación activa en la comunidad y la verdad es que llevo ya en el PEC desde antes de la pandemia. De hecho, nuestra primera activación oficial fue a propósito del COVID y la verdad es que fue una activación bastante exitosa. Fuimos convocados en varias de las aristas que tiene el PEC. Yo formo parte del equipo que está a cargo de la intervención psicológica en emergencia y en crisis. Una vez que ocurre lo del 7 de octubre, surgió de manera súper espontánea, natural y urgente desde la humanidad, la necesidad de querer ayudar a disminuir el sufrimiento de las personas, el poder activarnos, en este caso, de manera súper expedita e ir en ayuda de nuestros compatriotas que viven en Israel.
¿Cómo se coordinaron las acciones entre Chile e Israel en el marco del PEC?
De hecho, la forma en cómo nos activamos como PEC en general es de manera rápida. Estamos articulados y tenemos una forma de operar que funciona bastante bien. En este caso en particular fue muy hermoso el hecho de que la comunidad entera, psicólogos y psiquiatras se activaron para ser voluntarios y participar en esta ayuda desde Chile hacia la comunidad chilena en Israel, de manera súper rápida y con un contingente bien importante. Los profesionales de salud mental se pusieron a disposición de manera desinteresada y de manera muy flexible.
Hoy contamos con más de 70 profesionales que se encuentran a disposición cada vez que nosotros los necesitamos y eso ha sido de verdad un privilegio.
Hay gente de renombre extraordinaria, maestros que con gran humildad se pusieron a disposición para ayudar.
La coordinación lleva múltiples aristas. Tenemos algunos profesionales que están fuera de Chile, cosa que se agradece muchísimo porque una de las dificultades que hemos tenido es la diferencia horaria. Contamos con el equipo profesional para organizar, para reclutar y para formar lo que nos permite ofrecer una respuesta responsable, de calidad y además organizada.
En situaciones de crisis, hay avalanchas de voluntarios que quieren ayudar, pero es necesario, para que sirva realmente y para que no entorpezca a la larga, que esta ayuda sea coordinada y que esté bien estructurada. Quisimos focalizar nuestra ayuda en principio al grupo de chilenos judíos que viven en Israel. Al poco andar, ampliamos nuestra oferta. De hecho, nos llegó la pregunta si es que podíamos atender a personas palestinas, chilenas en Israel y la respuesta fue que sí. Se me ocurrió que la atención debería ser a Israel, porque la forma de responder, desde las estructuras de respuesta de allá, estaban desarticuladas y, por tanto, nuestra ayuda tenía que ser a los chilenos de allá, porque los chilenos que están en Chile tienen, en estricto rigor posibilidad de recurrir a las instituciones que están funcionando en nuestro país. Sin embargo, en Israel, producto de la crisis, por supuesto, estaban todos conmocionados y desarticulados, súper entendible. Entonces, focalizamos ahí la ayuda.
Tras el ataque del 7 de octubre de Hamás a Israel, ¿cuáles fueron las principales necesidades psicológicas que se identificaron entre los chilenos residentes en Israel?
Una de las cosas que suceden cuando hay eventos críticos, es que inevitablemente se activan en los individuos, y en las comunidades situaciones de crisis previas parecidas a las que está ocurriendo ahora. Y a medida que va pasando el tiempo, el nivel de sintomatología o la complejidad de la sintomatología se va haciendo más compleja. En un comienzo las primeras reacciones que aparecen se consideran normales y esperables ante el evento que es anormal, es decir, la situación de guerra es la normal, la situación de ataque repentino desde el cielo es la normal y el tener mucho miedo, el tener angustia, el no poder dormir, el sentirse aterrorizado, es lo que se espera ante este evento. Pero, a medida que va pasando el tiempo y se va cronificando por un lado la situación que no se resuelve, sumado al hecho que se activan experiencias previas que no han sido resueltas del todo, empiezan a aparecer ya no síntomas esperables y normales, sino que se empieza a complejizar el cuadro. Y por tanto una de las dificultades que empezamos a tener es que las personas estaban cada vez más complicadas en cuanto a aquello que nos contaban, en cuanto a la gravedad de la experiencia traumática o potencialmente traumática. A muchas de las personas a las que estábamos ayudando lo hicimos inicialmente con estrategias de estabilización y de autorregulación pero, ayudó mucho el vínculo que nosotros establecimos con ellos y el contacto periódico, que era parte del protocolo y que permitía que ellos sintieran que al menos lejos, pero cerca, vincularmente hablando o emocionalmente hablando, habían personas que sabían lo que les pasaba y que les importaba su dolor, que finalmente es eso lo que sana, el saber que hay un otro que se conmueve con lo que a mí me pasa, que hace lo posible por ayudarme y que confía en los recursos que yo tengo para poder salir adelante.
¿Qué tipo de apoyo psicológico se ofreció desde Chile para los chilenos en Israel?
El tipo de atención que se ofreció a los chilenos que estaban en Israel consistía en un protocolo que escribí y que presenté al resto de los profesionales. Un protocolo, no es terapia, y eso es súper importante comprenderlo, porque este protocolo permite seguir funcionando en una situación de crisis. Cuando generalmente uno hace intervenciones en crisis, yo diría que el 98% de éstas se hacen post-evento crítico, es decir, cuando las personas ya están a salvo, cuando la situación que provoca la crisis ya pasó, cuando ya terminó. Y esta intervención, a diferencia de las otras, tenía esta gran dificultad, este pequeño gran detalle, y es que la situación no estaba resuelta, es decir, estábamos haciendo intervención durante la crisis, no post-crisis. Eso significa que nuestros objetivos de intervención son súper diferentes, son súper distintos, porque necesitamos todavía sostener algunos de los síntomas que en ocasiones podrían ser incómodos pero que son necesarios para, por ejemplo, estar alerta y poder protegerse uno, y también si uno está a cargo de niños o de personas desvalidas, es necesario que yo pueda seguir activándome. Entonces, el objetivo es distinto. Primero, porque se está todavía en territorio que no es seguro, y segundo, porque esto todavía continúa. Este protocolo, entonces, está orientado a ese objetivo, y capacitamos a los profesionales en este tipo de protocolo. Obviamente, todas las intervenciones que uno hace, sobre todo en crisis, son diferentes unas de otras, y los protocolos en crisis son solamente una guía. La consigna en crisis es adaptar, corregir, usar criterio. El criterio aquí es súper relevante.
¿Cómo se organizó y llevó a cabo la respuesta psicológica a distancia? Y ¿Cuáles han sido los principales desafíos a los que te has enfrentado al proporcionar apoyo psicológico en esta situación de emergencia?
En nuestro equipo de salud mental, había muchos psiquiatras que se pusieron a disposición dadivosamente, con todo su conocimiento, con toda su experiencia, para asistirnos en la toma de decisiones y en cómo ir atendiendo cada vez casos más complejos porque se iban complejizando a propósito del contexto que todavía se sostiene hasta el día de hoy. Hay una dificultad en el asunto de dar medicamentos y es que necesita ser chequeado, controlado, digamos de la mano de un cuerpo médico que se pueda hacer cargo del paciente en caso de requerir algún otro tipo de asistencia. Entonces, en ese aspecto estuvimos un poquitito atados de manos, no porque no tuviéramos a los profesionales idóneos y la voluntad de ayudar, sino que había un aspecto ético y legal que se nos anduvo entrometiendo, pero era parte de la ayuda responsable y por tanto se siguió sosteniendo como dificultad, digamos.
¿Podrías compartir alguna experiencia o caso que haya sido particularmente significativo para ti durante este proceso?
De las experiencias potencialmente traumáticas o las experiencias disruptivas que existen en el universo, en el planeta Tierra al menos, de las más difíciles de recuperarse son las guerras, porque son situaciones en las cuales hay una intención de dañar, no es fortuito y es muy difícil poder darle la vuelta a esta idea y poder recuperarse ante este evento que tiene la intención, que fue diseñado y pensado para destruirme, para dañarme, para aniquilarme, para verme sufrir, es muy difícil este aspecto. En ese sentido esta experiencia ha sido fuerte, ha sido intensa, ha sido inesperada en el sentido de que uno la guerra la ve lejana, la ve en teoría, la ve en las películas, la escucha en la historia, en el pasado y jamás se imagina que va a estar tan cerca de las narices de uno. Y en ese sentido ha sido tremendamente movilizadora, transformadora, dolorosa, pero también activadora de recursos.
Los humanos como seres vivos somos tremendamente insignificantes en lo individual y nuestro gran poder radica en la capacidad que tenemos de organizarnos y de acompañarnos.
Lo tribal, lo comunitario, es lo que nos sustenta, es lo que nos permite ser resilientes, más que resistir.
En un primer momento uno resiste, pero uno necesita poder resiliar para poder realmente sanar. Nuestra intervención psicológica y la forma en como la hemos pensado tiene esa misión, poder organizarnos como comunidad, como seres humanos, yo creo que como seres sintientes, porque aquí el dolor de todos es tremendamente conmovedor. Ha sido un terremoto grado 10, pero finalmente y hasta el momento, por lo pronto, siento el poder comunitario, el poder de la organización, el poder del bien, si se quiere, el poder de sanar, que es una de las características que tienen los sistemas vivos, que es que hay un dispositivo interno que siempre atiende a la salud y al bienestar.
No basta con sobrevivir, no nos vamos a contentar solamente con sobrevivir como especie o como comunidad. Nuestro dispositivo primitivo tiene el mandato de llevarnos hacia un nivel mayor, que es ser felices, estar bien, tener bienestar. Y en ese sentido, esta experiencia está siendo brutalmente conmovedora.
Idealmente y a lo que estamos apostando, es que hayamos aprendido algo de este dolor, de este horror incluso. La resiliencia tiene tres pilares fundamentales. El primero es la acción, es decir, que a las personas que están siendo afectadas se les permita actuar por sí mismo para su recuperación. Es decir, esta ayuda sustancialista que uno podría activar de manera tan humana, en este acto cariñoso de querer salvar al otro del dolor, en realidad, en ocasiones puede interrumpir esta capacidad resiliente. Es decir, la acción que las personas puedan hacer para ayudarse a sí mismas y también para ayudar a su comunidad son súper importantes para la recuperación posterior y para sumar resiliencia o desarrollar resiliencia en los pueblos.
La otra es la solidaridad que consiste en que yo soy capaz de ayudar a otro, pero también en ese acto soy capaz de darme cuenta de que yo tengo recursos y en el acto solidario de otros para hacia mí me doy cuenta, y que probablemente esto era parte importante de nuestro protocolo, me doy cuenta de que mi dolor no es desapercibido, de que mi dolor le importa a otro, que hay otro que se está dando cuenta y que hace algo, que intenta hacer algo, que tiene una motivación compasiva por hacer algo al respecto. Eso es lo que cimienta el segundo pilar de la resiliencia.
Y el tercero, en el cual todavía no estamos y no es necesario apurarse, consiste en poder resignificar aquello que ha sucedido. Eso probablemente va a quedar como tarea pendiente para futuras intervenciones, porque aún estamos en la mitad de la tormenta. Pero ciertamente con la intervención que hemos pensado, con la ayuda que hemos diseñado, creemos que estamos aportando, aunque sea semillas a estos primeros dos pilares de la resiliencia.
Salud Mental y Resiliencia: Estrategias de Apoyo después del 7 de octubre
El 7 de octubre, fue un día que dejó una profunda huella en nuestras vidas y puso a prueba la solidez y efectividad de nuestro plan de emergencia comunitario (PEC). Este protocolo, diseñado meticulosamente para responder a situaciones de crisis, demostró ser un recurso invaluable, brindando apoyo logístico, emocional y social para nuestra comunidad en momentos de extrema necesidad.
Entrevistamos a Daniela Pesce, quien participó activamente en el plan de ayuda sicológica para nuestros compatriotas chilenos que viven en Israel
¿Podrías contarnos un poco sobre tu formación y experiencia en psicología?
Soy sicóloga de la Universidad Católica. Ahí estudié mi pregrado y luego hice un posgrado en esa misma universidad. Realicé un Magíster de Gestión Estratégica de Personas, un posgrado de Psicología Laboral. Siempre digo que tengo doble militancia, yo soy psicóloga laboral, y también hice la formación de Psicología Clínica en adultos, una combinación bien estratégica a la hora de hacer intervenciones en crisis que es mi expertise. Formo parte del equipo de intervención en crisis del Centro de Buen Trato de la UC, en donde llevamos más de 30 años haciendo intervenciones a nivel comunitario, cada vez que hay alguna catástrofe de origen natural como las típicas que tenemos acá en Chile: los aluviones, lo terremotos, tsunami. Tuve un paso por Canadá donde viví cinco años acompañando a mi marido que se fue a hacer un doctorado, y también tuve la oportunidad de hacer algunos estudios allá en la UFD, en la Universidad de Toronto. Soy terapeuta EMDR, que es una línea psicoterapéutica relativamente nueva para lo que significa la psicología. Es una corriente psicoterapéutica que se focaliza en el trabajo con trauma, parte con trauma individual, es decir, la intervención es individual, aunque los traumas en ocasiones son colectivos, como lo ocurrido el 7 de octubre.
¿Cómo te involucraste con la comunidad judía de Chile y su plan de emergencias comunitarias?
Bueno, parte de mi familia es judía y de participación activa en la comunidad y la verdad es que llevo ya en el PEC desde antes de la pandemia. De hecho, nuestra primera activación oficial fue a propósito del COVID y la verdad es que fue una activación bastante exitosa. Fuimos convocados en varias de las aristas que tiene el PEC. Yo formo parte del equipo que está a cargo de la intervención psicológica en emergencia y en crisis. Una vez que ocurre lo del 7 de octubre, surgió de manera súper espontánea, natural y urgente desde la humanidad, la necesidad de querer ayudar a disminuir el sufrimiento de las personas, el poder activarnos, en este caso, de manera súper expedita e ir en ayuda de nuestros compatriotas que viven en Israel.
¿Cómo se coordinaron las acciones entre Chile e Israel en el marco del PEC?
De hecho, la forma en cómo nos activamos como PEC en general es de manera rápida. Estamos articulados y tenemos una forma de operar que funciona bastante bien. En este caso en particular fue muy hermoso el hecho de que la comunidad entera, psicólogos y psiquiatras se activaron para ser voluntarios y participar en esta ayuda desde Chile hacia la comunidad chilena en Israel, de manera súper rápida y con un contingente bien importante. Los profesionales de salud mental se pusieron a disposición de manera desinteresada y de manera muy flexible.
Hoy contamos con más de 70 profesionales que se encuentran a disposición cada vez que nosotros los necesitamos y eso ha sido de verdad un privilegio.
Hay gente de renombre extraordinaria, maestros que con gran humildad se pusieron a disposición para ayudar.
La coordinación lleva múltiples aristas. Tenemos algunos profesionales que están fuera de Chile, cosa que se agradece muchísimo porque una de las dificultades que hemos tenido es la diferencia horaria. Contamos con el equipo profesional para organizar, para reclutar y para formar lo que nos permite ofrecer una respuesta responsable, de calidad y además organizada.
En situaciones de crisis, hay avalanchas de voluntarios que quieren ayudar, pero es necesario, para que sirva realmente y para que no entorpezca a la larga, que esta ayuda sea coordinada y que esté bien estructurada. Quisimos focalizar nuestra ayuda en principio al grupo de chilenos judíos que viven en Israel. Al poco andar, ampliamos nuestra oferta. De hecho, nos llegó la pregunta si es que podíamos atender a personas palestinas, chilenas en Israel y la respuesta fue que sí. Se me ocurrió que la atención debería ser a Israel, porque la forma de responder, desde las estructuras de respuesta de allá, estaban desarticuladas y, por tanto, nuestra ayuda tenía que ser a los chilenos de allá, porque los chilenos que están en Chile tienen, en estricto rigor posibilidad de recurrir a las instituciones que están funcionando en nuestro país. Sin embargo, en Israel, producto de la crisis, por supuesto, estaban todos conmocionados y desarticulados, súper entendible. Entonces, focalizamos ahí la ayuda.
Tras el ataque del 7 de octubre de Hamás a Israel, ¿cuáles fueron las principales necesidades psicológicas que se identificaron entre los chilenos residentes en Israel?
Una de las cosas que suceden cuando hay eventos críticos, es que inevitablemente se activan en los individuos, y en las comunidades situaciones de crisis previas parecidas a las que está ocurriendo ahora. Y a medida que va pasando el tiempo, el nivel de sintomatología o la complejidad de la sintomatología se va haciendo más compleja. En un comienzo las primeras reacciones que aparecen se consideran normales y esperables ante el evento que es anormal, es decir, la situación de guerra es la normal, la situación de ataque repentino desde el cielo es la normal y el tener mucho miedo, el tener angustia, el no poder dormir, el sentirse aterrorizado, es lo que se espera ante este evento. Pero, a medida que va pasando el tiempo y se va cronificando por un lado la situación que no se resuelve, sumado al hecho que se activan experiencias previas que no han sido resueltas del todo, empiezan a aparecer ya no síntomas esperables y normales, sino que se empieza a complejizar el cuadro. Y por tanto una de las dificultades que empezamos a tener es que las personas estaban cada vez más complicadas en cuanto a aquello que nos contaban, en cuanto a la gravedad de la experiencia traumática o potencialmente traumática. A muchas de las personas a las que estábamos ayudando lo hicimos inicialmente con estrategias de estabilización y de autorregulación pero, ayudó mucho el vínculo que nosotros establecimos con ellos y el contacto periódico, que era parte del protocolo y que permitía que ellos sintieran que al menos lejos, pero cerca, vincularmente hablando o emocionalmente hablando, habían personas que sabían lo que les pasaba y que les importaba su dolor, que finalmente es eso lo que sana, el saber que hay un otro que se conmueve con lo que a mí me pasa, que hace lo posible por ayudarme y que confía en los recursos que yo tengo para poder salir adelante.
¿Qué tipo de apoyo psicológico se ofreció desde Chile para los chilenos en Israel?
El tipo de atención que se ofreció a los chilenos que estaban en Israel consistía en un protocolo que escribí y que presenté al resto de los profesionales. Un protocolo, no es terapia, y eso es súper importante comprenderlo, porque este protocolo permite seguir funcionando en una situación de crisis. Cuando generalmente uno hace intervenciones en crisis, yo diría que el 98% de éstas se hacen post-evento crítico, es decir, cuando las personas ya están a salvo, cuando la situación que provoca la crisis ya pasó, cuando ya terminó. Y esta intervención, a diferencia de las otras, tenía esta gran dificultad, este pequeño gran detalle, y es que la situación no estaba resuelta, es decir, estábamos haciendo intervención durante la crisis, no post-crisis. Eso significa que nuestros objetivos de intervención son súper diferentes, son súper distintos, porque necesitamos todavía sostener algunos de los síntomas que en ocasiones podrían ser incómodos pero que son necesarios para, por ejemplo, estar alerta y poder protegerse uno, y también si uno está a cargo de niños o de personas desvalidas, es necesario que yo pueda seguir activándome. Entonces, el objetivo es distinto. Primero, porque se está todavía en territorio que no es seguro, y segundo, porque esto todavía continúa. Este protocolo, entonces, está orientado a ese objetivo, y capacitamos a los profesionales en este tipo de protocolo. Obviamente, todas las intervenciones que uno hace, sobre todo en crisis, son diferentes unas de otras, y los protocolos en crisis son solamente una guía. La consigna en crisis es adaptar, corregir, usar criterio. El criterio aquí es súper relevante.
¿Cómo se organizó y llevó a cabo la respuesta psicológica a distancia? Y ¿Cuáles han sido los principales desafíos a los que te has enfrentado al proporcionar apoyo psicológico en esta situación de emergencia?
En nuestro equipo de salud mental, había muchos psiquiatras que se pusieron a disposición dadivosamente, con todo su conocimiento, con toda su experiencia, para asistirnos en la toma de decisiones y en cómo ir atendiendo cada vez casos más complejos porque se iban complejizando a propósito del contexto que todavía se sostiene hasta el día de hoy. Hay una dificultad en el asunto de dar medicamentos y es que necesita ser chequeado, controlado, digamos de la mano de un cuerpo médico que se pueda hacer cargo del paciente en caso de requerir algún otro tipo de asistencia. Entonces, en ese aspecto estuvimos un poquitito atados de manos, no porque no tuviéramos a los profesionales idóneos y la voluntad de ayudar, sino que había un aspecto ético y legal que se nos anduvo entrometiendo, pero era parte de la ayuda responsable y por tanto se siguió sosteniendo como dificultad, digamos.
¿Podrías compartir alguna experiencia o caso que haya sido particularmente significativo para ti durante este proceso?
De las experiencias potencialmente traumáticas o las experiencias disruptivas que existen en el universo, en el planeta Tierra al menos, de las más difíciles de recuperarse son las guerras, porque son situaciones en las cuales hay una intención de dañar, no es fortuito y es muy difícil poder darle la vuelta a esta idea y poder recuperarse ante este evento que tiene la intención, que fue diseñado y pensado para destruirme, para dañarme, para aniquilarme, para verme sufrir, es muy difícil este aspecto. En ese sentido esta experiencia ha sido fuerte, ha sido intensa, ha sido inesperada en el sentido de que uno la guerra la ve lejana, la ve en teoría, la ve en las películas, la escucha en la historia, en el pasado y jamás se imagina que va a estar tan cerca de las narices de uno. Y en ese sentido ha sido tremendamente movilizadora, transformadora, dolorosa, pero también activadora de recursos.
Los humanos como seres vivos somos tremendamente insignificantes en lo individual y nuestro gran poder radica en la capacidad que tenemos de organizarnos y de acompañarnos.
Lo tribal, lo comunitario, es lo que nos sustenta, es lo que nos permite ser resilientes, más que resistir.
En un primer momento uno resiste, pero uno necesita poder resiliar para poder realmente sanar. Nuestra intervención psicológica y la forma en como la hemos pensado tiene esa misión, poder organizarnos como comunidad, como seres humanos, yo creo que como seres sintientes, porque aquí el dolor de todos es tremendamente conmovedor. Ha sido un terremoto grado 10, pero finalmente y hasta el momento, por lo pronto, siento el poder comunitario, el poder de la organización, el poder del bien, si se quiere, el poder de sanar, que es una de las características que tienen los sistemas vivos, que es que hay un dispositivo interno que siempre atiende a la salud y al bienestar.
No basta con sobrevivir, no nos vamos a contentar solamente con sobrevivir como especie o como comunidad. Nuestro dispositivo primitivo tiene el mandato de llevarnos hacia un nivel mayor, que es ser felices, estar bien, tener bienestar. Y en ese sentido, esta experiencia está siendo brutalmente conmovedora.
Idealmente y a lo que estamos apostando, es que hayamos aprendido algo de este dolor, de este horror incluso. La resiliencia tiene tres pilares fundamentales. El primero es la acción, es decir, que a las personas que están siendo afectadas se les permita actuar por sí mismo para su recuperación. Es decir, esta ayuda sustancialista que uno podría activar de manera tan humana, en este acto cariñoso de querer salvar al otro del dolor, en realidad, en ocasiones puede interrumpir esta capacidad resiliente. Es decir, la acción que las personas puedan hacer para ayudarse a sí mismas y también para ayudar a su comunidad son súper importantes para la recuperación posterior y para sumar resiliencia o desarrollar resiliencia en los pueblos.
La otra es la solidaridad que consiste en que yo soy capaz de ayudar a otro, pero también en ese acto soy capaz de darme cuenta de que yo tengo recursos y en el acto solidario de otros para hacia mí me doy cuenta, y que probablemente esto era parte importante de nuestro protocolo, me doy cuenta de que mi dolor no es desapercibido, de que mi dolor le importa a otro, que hay otro que se está dando cuenta y que hace algo, que intenta hacer algo, que tiene una motivación compasiva por hacer algo al respecto. Eso es lo que cimienta el segundo pilar de la resiliencia.
Y el tercero, en el cual todavía no estamos y no es necesario apurarse, consiste en poder resignificar aquello que ha sucedido. Eso probablemente va a quedar como tarea pendiente para futuras intervenciones, porque aún estamos en la mitad de la tormenta. Pero ciertamente con la intervención que hemos pensado, con la ayuda que hemos diseñado, creemos que estamos aportando, aunque sea semillas a estos primeros dos pilares de la resiliencia.
Salud Mental y Resiliencia: Estrategias de Apoyo después del 7 de octubre
El 7 de octubre, fue un día que dejó una profunda huella en nuestras vidas y puso a prueba la solidez y efectividad de nuestro plan de emergencia comunitario (PEC). Este protocolo, diseñado meticulosamente para responder a situaciones de crisis, demostró ser un recurso invaluable, brindando apoyo logístico, emocional y social para nuestra comunidad en momentos de extrema necesidad.
Entrevistamos a Daniela Pesce, quien participó activamente en el plan de ayuda sicológica para nuestros compatriotas chilenos que viven en Israel
¿Podrías contarnos un poco sobre tu formación y experiencia en psicología?
Soy sicóloga de la Universidad Católica. Ahí estudié mi pregrado y luego hice un posgrado en esa misma universidad. Realicé un Magíster de Gestión Estratégica de Personas, un posgrado de Psicología Laboral. Siempre digo que tengo doble militancia, yo soy psicóloga laboral, y también hice la formación de Psicología Clínica en adultos, una combinación bien estratégica a la hora de hacer intervenciones en crisis que es mi expertise. Formo parte del equipo de intervención en crisis del Centro de Buen Trato de la UC, en donde llevamos más de 30 años haciendo intervenciones a nivel comunitario, cada vez que hay alguna catástrofe de origen natural como las típicas que tenemos acá en Chile: los aluviones, lo terremotos, tsunami. Tuve un paso por Canadá donde viví cinco años acompañando a mi marido que se fue a hacer un doctorado, y también tuve la oportunidad de hacer algunos estudios allá en la UFD, en la Universidad de Toronto. Soy terapeuta EMDR, que es una línea psicoterapéutica relativamente nueva para lo que significa la psicología. Es una corriente psicoterapéutica que se focaliza en el trabajo con trauma, parte con trauma individual, es decir, la intervención es individual, aunque los traumas en ocasiones son colectivos, como lo ocurrido el 7 de octubre.
¿Cómo te involucraste con la comunidad judía de Chile y su plan de emergencias comunitarias?
Bueno, parte de mi familia es judía y de participación activa en la comunidad y la verdad es que llevo ya en el PEC desde antes de la pandemia. De hecho, nuestra primera activación oficial fue a propósito del COVID y la verdad es que fue una activación bastante exitosa. Fuimos convocados en varias de las aristas que tiene el PEC. Yo formo parte del equipo que está a cargo de la intervención psicológica en emergencia y en crisis. Una vez que ocurre lo del 7 de octubre, surgió de manera súper espontánea, natural y urgente desde la humanidad, la necesidad de querer ayudar a disminuir el sufrimiento de las personas, el poder activarnos, en este caso, de manera súper expedita e ir en ayuda de nuestros compatriotas que viven en Israel.
¿Cómo se coordinaron las acciones entre Chile e Israel en el marco del PEC?
De hecho, la forma en cómo nos activamos como PEC en general es de manera rápida. Estamos articulados y tenemos una forma de operar que funciona bastante bien. En este caso en particular fue muy hermoso el hecho de que la comunidad entera, psicólogos y psiquiatras se activaron para ser voluntarios y participar en esta ayuda desde Chile hacia la comunidad chilena en Israel, de manera súper rápida y con un contingente bien importante. Los profesionales de salud mental se pusieron a disposición de manera desinteresada y de manera muy flexible.
Hoy contamos con más de 70 profesionales que se encuentran a disposición cada vez que nosotros los necesitamos y eso ha sido de verdad un privilegio.
Hay gente de renombre extraordinaria, maestros que con gran humildad se pusieron a disposición para ayudar.
La coordinación lleva múltiples aristas. Tenemos algunos profesionales que están fuera de Chile, cosa que se agradece muchísimo porque una de las dificultades que hemos tenido es la diferencia horaria. Contamos con el equipo profesional para organizar, para reclutar y para formar lo que nos permite ofrecer una respuesta responsable, de calidad y además organizada.
En situaciones de crisis, hay avalanchas de voluntarios que quieren ayudar, pero es necesario, para que sirva realmente y para que no entorpezca a la larga, que esta ayuda sea coordinada y que esté bien estructurada. Quisimos focalizar nuestra ayuda en principio al grupo de chilenos judíos que viven en Israel. Al poco andar, ampliamos nuestra oferta. De hecho, nos llegó la pregunta si es que podíamos atender a personas palestinas, chilenas en Israel y la respuesta fue que sí. Se me ocurrió que la atención debería ser a Israel, porque la forma de responder, desde las estructuras de respuesta de allá, estaban desarticuladas y, por tanto, nuestra ayuda tenía que ser a los chilenos de allá, porque los chilenos que están en Chile tienen, en estricto rigor posibilidad de recurrir a las instituciones que están funcionando en nuestro país. Sin embargo, en Israel, producto de la crisis, por supuesto, estaban todos conmocionados y desarticulados, súper entendible. Entonces, focalizamos ahí la ayuda.
Tras el ataque del 7 de octubre de Hamás a Israel, ¿cuáles fueron las principales necesidades psicológicas que se identificaron entre los chilenos residentes en Israel?
Una de las cosas que suceden cuando hay eventos críticos, es que inevitablemente se activan en los individuos, y en las comunidades situaciones de crisis previas parecidas a las que está ocurriendo ahora. Y a medida que va pasando el tiempo, el nivel de sintomatología o la complejidad de la sintomatología se va haciendo más compleja. En un comienzo las primeras reacciones que aparecen se consideran normales y esperables ante el evento que es anormal, es decir, la situación de guerra es la normal, la situación de ataque repentino desde el cielo es la normal y el tener mucho miedo, el tener angustia, el no poder dormir, el sentirse aterrorizado, es lo que se espera ante este evento. Pero, a medida que va pasando el tiempo y se va cronificando por un lado la situación que no se resuelve, sumado al hecho que se activan experiencias previas que no han sido resueltas del todo, empiezan a aparecer ya no síntomas esperables y normales, sino que se empieza a complejizar el cuadro. Y por tanto una de las dificultades que empezamos a tener es que las personas estaban cada vez más complicadas en cuanto a aquello que nos contaban, en cuanto a la gravedad de la experiencia traumática o potencialmente traumática. A muchas de las personas a las que estábamos ayudando lo hicimos inicialmente con estrategias de estabilización y de autorregulación pero, ayudó mucho el vínculo que nosotros establecimos con ellos y el contacto periódico, que era parte del protocolo y que permitía que ellos sintieran que al menos lejos, pero cerca, vincularmente hablando o emocionalmente hablando, habían personas que sabían lo que les pasaba y que les importaba su dolor, que finalmente es eso lo que sana, el saber que hay un otro que se conmueve con lo que a mí me pasa, que hace lo posible por ayudarme y que confía en los recursos que yo tengo para poder salir adelante.
¿Qué tipo de apoyo psicológico se ofreció desde Chile para los chilenos en Israel?
El tipo de atención que se ofreció a los chilenos que estaban en Israel consistía en un protocolo que escribí y que presenté al resto de los profesionales. Un protocolo, no es terapia, y eso es súper importante comprenderlo, porque este protocolo permite seguir funcionando en una situación de crisis. Cuando generalmente uno hace intervenciones en crisis, yo diría que el 98% de éstas se hacen post-evento crítico, es decir, cuando las personas ya están a salvo, cuando la situación que provoca la crisis ya pasó, cuando ya terminó. Y esta intervención, a diferencia de las otras, tenía esta gran dificultad, este pequeño gran detalle, y es que la situación no estaba resuelta, es decir, estábamos haciendo intervención durante la crisis, no post-crisis. Eso significa que nuestros objetivos de intervención son súper diferentes, son súper distintos, porque necesitamos todavía sostener algunos de los síntomas que en ocasiones podrían ser incómodos pero que son necesarios para, por ejemplo, estar alerta y poder protegerse uno, y también si uno está a cargo de niños o de personas desvalidas, es necesario que yo pueda seguir activándome. Entonces, el objetivo es distinto. Primero, porque se está todavía en territorio que no es seguro, y segundo, porque esto todavía continúa. Este protocolo, entonces, está orientado a ese objetivo, y capacitamos a los profesionales en este tipo de protocolo. Obviamente, todas las intervenciones que uno hace, sobre todo en crisis, son diferentes unas de otras, y los protocolos en crisis son solamente una guía. La consigna en crisis es adaptar, corregir, usar criterio. El criterio aquí es súper relevante.
¿Cómo se organizó y llevó a cabo la respuesta psicológica a distancia? Y ¿Cuáles han sido los principales desafíos a los que te has enfrentado al proporcionar apoyo psicológico en esta situación de emergencia?
En nuestro equipo de salud mental, había muchos psiquiatras que se pusieron a disposición dadivosamente, con todo su conocimiento, con toda su experiencia, para asistirnos en la toma de decisiones y en cómo ir atendiendo cada vez casos más complejos porque se iban complejizando a propósito del contexto que todavía se sostiene hasta el día de hoy. Hay una dificultad en el asunto de dar medicamentos y es que necesita ser chequeado, controlado, digamos de la mano de un cuerpo médico que se pueda hacer cargo del paciente en caso de requerir algún otro tipo de asistencia. Entonces, en ese aspecto estuvimos un poquitito atados de manos, no porque no tuviéramos a los profesionales idóneos y la voluntad de ayudar, sino que había un aspecto ético y legal que se nos anduvo entrometiendo, pero era parte de la ayuda responsable y por tanto se siguió sosteniendo como dificultad, digamos.
¿Podrías compartir alguna experiencia o caso que haya sido particularmente significativo para ti durante este proceso?
De las experiencias potencialmente traumáticas o las experiencias disruptivas que existen en el universo, en el planeta Tierra al menos, de las más difíciles de recuperarse son las guerras, porque son situaciones en las cuales hay una intención de dañar, no es fortuito y es muy difícil poder darle la vuelta a esta idea y poder recuperarse ante este evento que tiene la intención, que fue diseñado y pensado para destruirme, para dañarme, para aniquilarme, para verme sufrir, es muy difícil este aspecto. En ese sentido esta experiencia ha sido fuerte, ha sido intensa, ha sido inesperada en el sentido de que uno la guerra la ve lejana, la ve en teoría, la ve en las películas, la escucha en la historia, en el pasado y jamás se imagina que va a estar tan cerca de las narices de uno. Y en ese sentido ha sido tremendamente movilizadora, transformadora, dolorosa, pero también activadora de recursos.
Los humanos como seres vivos somos tremendamente insignificantes en lo individual y nuestro gran poder radica en la capacidad que tenemos de organizarnos y de acompañarnos.
Lo tribal, lo comunitario, es lo que nos sustenta, es lo que nos permite ser resilientes, más que resistir.
En un primer momento uno resiste, pero uno necesita poder resiliar para poder realmente sanar. Nuestra intervención psicológica y la forma en como la hemos pensado tiene esa misión, poder organizarnos como comunidad, como seres humanos, yo creo que como seres sintientes, porque aquí el dolor de todos es tremendamente conmovedor. Ha sido un terremoto grado 10, pero finalmente y hasta el momento, por lo pronto, siento el poder comunitario, el poder de la organización, el poder del bien, si se quiere, el poder de sanar, que es una de las características que tienen los sistemas vivos, que es que hay un dispositivo interno que siempre atiende a la salud y al bienestar.
No basta con sobrevivir, no nos vamos a contentar solamente con sobrevivir como especie o como comunidad. Nuestro dispositivo primitivo tiene el mandato de llevarnos hacia un nivel mayor, que es ser felices, estar bien, tener bienestar. Y en ese sentido, esta experiencia está siendo brutalmente conmovedora.
Idealmente y a lo que estamos apostando, es que hayamos aprendido algo de este dolor, de este horror incluso. La resiliencia tiene tres pilares fundamentales. El primero es la acción, es decir, que a las personas que están siendo afectadas se les permita actuar por sí mismo para su recuperación. Es decir, esta ayuda sustancialista que uno podría activar de manera tan humana, en este acto cariñoso de querer salvar al otro del dolor, en realidad, en ocasiones puede interrumpir esta capacidad resiliente. Es decir, la acción que las personas puedan hacer para ayudarse a sí mismas y también para ayudar a su comunidad son súper importantes para la recuperación posterior y para sumar resiliencia o desarrollar resiliencia en los pueblos.
La otra es la solidaridad que consiste en que yo soy capaz de ayudar a otro, pero también en ese acto soy capaz de darme cuenta de que yo tengo recursos y en el acto solidario de otros para hacia mí me doy cuenta, y que probablemente esto era parte importante de nuestro protocolo, me doy cuenta de que mi dolor no es desapercibido, de que mi dolor le importa a otro, que hay otro que se está dando cuenta y que hace algo, que intenta hacer algo, que tiene una motivación compasiva por hacer algo al respecto. Eso es lo que cimienta el segundo pilar de la resiliencia.
Y el tercero, en el cual todavía no estamos y no es necesario apurarse, consiste en poder resignificar aquello que ha sucedido. Eso probablemente va a quedar como tarea pendiente para futuras intervenciones, porque aún estamos en la mitad de la tormenta. Pero ciertamente con la intervención que hemos pensado, con la ayuda que hemos diseñado, creemos que estamos aportando, aunque sea semillas a estos primeros dos pilares de la resiliencia.
Salud Mental y Resiliencia: Estrategias de Apoyo después del 7 de octubre
El 7 de octubre, fue un día que dejó una profunda huella en nuestras vidas y puso a prueba la solidez y efectividad de nuestro plan de emergencia comunitario (PEC). Este protocolo, diseñado meticulosamente para responder a situaciones de crisis, demostró ser un recurso invaluable, brindando apoyo logístico, emocional y social para nuestra comunidad en momentos de extrema necesidad.
Entrevistamos a Daniela Pesce, quien participó activamente en el plan de ayuda sicológica para nuestros compatriotas chilenos que viven en Israel
¿Podrías contarnos un poco sobre tu formación y experiencia en psicología?
Soy sicóloga de la Universidad Católica. Ahí estudié mi pregrado y luego hice un posgrado en esa misma universidad. Realicé un Magíster de Gestión Estratégica de Personas, un posgrado de Psicología Laboral. Siempre digo que tengo doble militancia, yo soy psicóloga laboral, y también hice la formación de Psicología Clínica en adultos, una combinación bien estratégica a la hora de hacer intervenciones en crisis que es mi expertise. Formo parte del equipo de intervención en crisis del Centro de Buen Trato de la UC, en donde llevamos más de 30 años haciendo intervenciones a nivel comunitario, cada vez que hay alguna catástrofe de origen natural como las típicas que tenemos acá en Chile: los aluviones, lo terremotos, tsunami. Tuve un paso por Canadá donde viví cinco años acompañando a mi marido que se fue a hacer un doctorado, y también tuve la oportunidad de hacer algunos estudios allá en la UFD, en la Universidad de Toronto. Soy terapeuta EMDR, que es una línea psicoterapéutica relativamente nueva para lo que significa la psicología. Es una corriente psicoterapéutica que se focaliza en el trabajo con trauma, parte con trauma individual, es decir, la intervención es individual, aunque los traumas en ocasiones son colectivos, como lo ocurrido el 7 de octubre.
¿Cómo te involucraste con la comunidad judía de Chile y su plan de emergencias comunitarias?
Bueno, parte de mi familia es judía y de participación activa en la comunidad y la verdad es que llevo ya en el PEC desde antes de la pandemia. De hecho, nuestra primera activación oficial fue a propósito del COVID y la verdad es que fue una activación bastante exitosa. Fuimos convocados en varias de las aristas que tiene el PEC. Yo formo parte del equipo que está a cargo de la intervención psicológica en emergencia y en crisis. Una vez que ocurre lo del 7 de octubre, surgió de manera súper espontánea, natural y urgente desde la humanidad, la necesidad de querer ayudar a disminuir el sufrimiento de las personas, el poder activarnos, en este caso, de manera súper expedita e ir en ayuda de nuestros compatriotas que viven en Israel.
¿Cómo se coordinaron las acciones entre Chile e Israel en el marco del PEC?
De hecho, la forma en cómo nos activamos como PEC en general es de manera rápida. Estamos articulados y tenemos una forma de operar que funciona bastante bien. En este caso en particular fue muy hermoso el hecho de que la comunidad entera, psicólogos y psiquiatras se activaron para ser voluntarios y participar en esta ayuda desde Chile hacia la comunidad chilena en Israel, de manera súper rápida y con un contingente bien importante. Los profesionales de salud mental se pusieron a disposición de manera desinteresada y de manera muy flexible.
Hoy contamos con más de 70 profesionales que se encuentran a disposición cada vez que nosotros los necesitamos y eso ha sido de verdad un privilegio.
Hay gente de renombre extraordinaria, maestros que con gran humildad se pusieron a disposición para ayudar.
La coordinación lleva múltiples aristas. Tenemos algunos profesionales que están fuera de Chile, cosa que se agradece muchísimo porque una de las dificultades que hemos tenido es la diferencia horaria. Contamos con el equipo profesional para organizar, para reclutar y para formar lo que nos permite ofrecer una respuesta responsable, de calidad y además organizada.
En situaciones de crisis, hay avalanchas de voluntarios que quieren ayudar, pero es necesario, para que sirva realmente y para que no entorpezca a la larga, que esta ayuda sea coordinada y que esté bien estructurada. Quisimos focalizar nuestra ayuda en principio al grupo de chilenos judíos que viven en Israel. Al poco andar, ampliamos nuestra oferta. De hecho, nos llegó la pregunta si es que podíamos atender a personas palestinas, chilenas en Israel y la respuesta fue que sí. Se me ocurrió que la atención debería ser a Israel, porque la forma de responder, desde las estructuras de respuesta de allá, estaban desarticuladas y, por tanto, nuestra ayuda tenía que ser a los chilenos de allá, porque los chilenos que están en Chile tienen, en estricto rigor posibilidad de recurrir a las instituciones que están funcionando en nuestro país. Sin embargo, en Israel, producto de la crisis, por supuesto, estaban todos conmocionados y desarticulados, súper entendible. Entonces, focalizamos ahí la ayuda.
Tras el ataque del 7 de octubre de Hamás a Israel, ¿cuáles fueron las principales necesidades psicológicas que se identificaron entre los chilenos residentes en Israel?
Una de las cosas que suceden cuando hay eventos críticos, es que inevitablemente se activan en los individuos, y en las comunidades situaciones de crisis previas parecidas a las que está ocurriendo ahora. Y a medida que va pasando el tiempo, el nivel de sintomatología o la complejidad de la sintomatología se va haciendo más compleja. En un comienzo las primeras reacciones que aparecen se consideran normales y esperables ante el evento que es anormal, es decir, la situación de guerra es la normal, la situación de ataque repentino desde el cielo es la normal y el tener mucho miedo, el tener angustia, el no poder dormir, el sentirse aterrorizado, es lo que se espera ante este evento. Pero, a medida que va pasando el tiempo y se va cronificando por un lado la situación que no se resuelve, sumado al hecho que se activan experiencias previas que no han sido resueltas del todo, empiezan a aparecer ya no síntomas esperables y normales, sino que se empieza a complejizar el cuadro. Y por tanto una de las dificultades que empezamos a tener es que las personas estaban cada vez más complicadas en cuanto a aquello que nos contaban, en cuanto a la gravedad de la experiencia traumática o potencialmente traumática. A muchas de las personas a las que estábamos ayudando lo hicimos inicialmente con estrategias de estabilización y de autorregulación pero, ayudó mucho el vínculo que nosotros establecimos con ellos y el contacto periódico, que era parte del protocolo y que permitía que ellos sintieran que al menos lejos, pero cerca, vincularmente hablando o emocionalmente hablando, habían personas que sabían lo que les pasaba y que les importaba su dolor, que finalmente es eso lo que sana, el saber que hay un otro que se conmueve con lo que a mí me pasa, que hace lo posible por ayudarme y que confía en los recursos que yo tengo para poder salir adelante.
¿Qué tipo de apoyo psicológico se ofreció desde Chile para los chilenos en Israel?
El tipo de atención que se ofreció a los chilenos que estaban en Israel consistía en un protocolo que escribí y que presenté al resto de los profesionales. Un protocolo, no es terapia, y eso es súper importante comprenderlo, porque este protocolo permite seguir funcionando en una situación de crisis. Cuando generalmente uno hace intervenciones en crisis, yo diría que el 98% de éstas se hacen post-evento crítico, es decir, cuando las personas ya están a salvo, cuando la situación que provoca la crisis ya pasó, cuando ya terminó. Y esta intervención, a diferencia de las otras, tenía esta gran dificultad, este pequeño gran detalle, y es que la situación no estaba resuelta, es decir, estábamos haciendo intervención durante la crisis, no post-crisis. Eso significa que nuestros objetivos de intervención son súper diferentes, son súper distintos, porque necesitamos todavía sostener algunos de los síntomas que en ocasiones podrían ser incómodos pero que son necesarios para, por ejemplo, estar alerta y poder protegerse uno, y también si uno está a cargo de niños o de personas desvalidas, es necesario que yo pueda seguir activándome. Entonces, el objetivo es distinto. Primero, porque se está todavía en territorio que no es seguro, y segundo, porque esto todavía continúa. Este protocolo, entonces, está orientado a ese objetivo, y capacitamos a los profesionales en este tipo de protocolo. Obviamente, todas las intervenciones que uno hace, sobre todo en crisis, son diferentes unas de otras, y los protocolos en crisis son solamente una guía. La consigna en crisis es adaptar, corregir, usar criterio. El criterio aquí es súper relevante.
¿Cómo se organizó y llevó a cabo la respuesta psicológica a distancia? Y ¿Cuáles han sido los principales desafíos a los que te has enfrentado al proporcionar apoyo psicológico en esta situación de emergencia?
En nuestro equipo de salud mental, había muchos psiquiatras que se pusieron a disposición dadivosamente, con todo su conocimiento, con toda su experiencia, para asistirnos en la toma de decisiones y en cómo ir atendiendo cada vez casos más complejos porque se iban complejizando a propósito del contexto que todavía se sostiene hasta el día de hoy. Hay una dificultad en el asunto de dar medicamentos y es que necesita ser chequeado, controlado, digamos de la mano de un cuerpo médico que se pueda hacer cargo del paciente en caso de requerir algún otro tipo de asistencia. Entonces, en ese aspecto estuvimos un poquitito atados de manos, no porque no tuviéramos a los profesionales idóneos y la voluntad de ayudar, sino que había un aspecto ético y legal que se nos anduvo entrometiendo, pero era parte de la ayuda responsable y por tanto se siguió sosteniendo como dificultad, digamos.
¿Podrías compartir alguna experiencia o caso que haya sido particularmente significativo para ti durante este proceso?
De las experiencias potencialmente traumáticas o las experiencias disruptivas que existen en el universo, en el planeta Tierra al menos, de las más difíciles de recuperarse son las guerras, porque son situaciones en las cuales hay una intención de dañar, no es fortuito y es muy difícil poder darle la vuelta a esta idea y poder recuperarse ante este evento que tiene la intención, que fue diseñado y pensado para destruirme, para dañarme, para aniquilarme, para verme sufrir, es muy difícil este aspecto. En ese sentido esta experiencia ha sido fuerte, ha sido intensa, ha sido inesperada en el sentido de que uno la guerra la ve lejana, la ve en teoría, la ve en las películas, la escucha en la historia, en el pasado y jamás se imagina que va a estar tan cerca de las narices de uno. Y en ese sentido ha sido tremendamente movilizadora, transformadora, dolorosa, pero también activadora de recursos.
Los humanos como seres vivos somos tremendamente insignificantes en lo individual y nuestro gran poder radica en la capacidad que tenemos de organizarnos y de acompañarnos.
Lo tribal, lo comunitario, es lo que nos sustenta, es lo que nos permite ser resilientes, más que resistir.
En un primer momento uno resiste, pero uno necesita poder resiliar para poder realmente sanar. Nuestra intervención psicológica y la forma en como la hemos pensado tiene esa misión, poder organizarnos como comunidad, como seres humanos, yo creo que como seres sintientes, porque aquí el dolor de todos es tremendamente conmovedor. Ha sido un terremoto grado 10, pero finalmente y hasta el momento, por lo pronto, siento el poder comunitario, el poder de la organización, el poder del bien, si se quiere, el poder de sanar, que es una de las características que tienen los sistemas vivos, que es que hay un dispositivo interno que siempre atiende a la salud y al bienestar.
No basta con sobrevivir, no nos vamos a contentar solamente con sobrevivir como especie o como comunidad. Nuestro dispositivo primitivo tiene el mandato de llevarnos hacia un nivel mayor, que es ser felices, estar bien, tener bienestar. Y en ese sentido, esta experiencia está siendo brutalmente conmovedora.
Idealmente y a lo que estamos apostando, es que hayamos aprendido algo de este dolor, de este horror incluso. La resiliencia tiene tres pilares fundamentales. El primero es la acción, es decir, que a las personas que están siendo afectadas se les permita actuar por sí mismo para su recuperación. Es decir, esta ayuda sustancialista que uno podría activar de manera tan humana, en este acto cariñoso de querer salvar al otro del dolor, en realidad, en ocasiones puede interrumpir esta capacidad resiliente. Es decir, la acción que las personas puedan hacer para ayudarse a sí mismas y también para ayudar a su comunidad son súper importantes para la recuperación posterior y para sumar resiliencia o desarrollar resiliencia en los pueblos.
La otra es la solidaridad que consiste en que yo soy capaz de ayudar a otro, pero también en ese acto soy capaz de darme cuenta de que yo tengo recursos y en el acto solidario de otros para hacia mí me doy cuenta, y que probablemente esto era parte importante de nuestro protocolo, me doy cuenta de que mi dolor no es desapercibido, de que mi dolor le importa a otro, que hay otro que se está dando cuenta y que hace algo, que intenta hacer algo, que tiene una motivación compasiva por hacer algo al respecto. Eso es lo que cimienta el segundo pilar de la resiliencia.
Y el tercero, en el cual todavía no estamos y no es necesario apurarse, consiste en poder resignificar aquello que ha sucedido. Eso probablemente va a quedar como tarea pendiente para futuras intervenciones, porque aún estamos en la mitad de la tormenta. Pero ciertamente con la intervención que hemos pensado, con la ayuda que hemos diseñado, creemos que estamos aportando, aunque sea semillas a estos primeros dos pilares de la resiliencia.