Embajada Israel Chile

Chilenos en Israel

Testimonios de una nueva realidad tras la tragedia del 7 de octubre

El fatídico 7 de octubre dejó una huella imborrable para todo Am Israel. La vida desde ese entonces cambió; para algunos más, para algunos menos, pero inevitablemente ya nada es igual. En la diáspora y en Israel, la gran mayoría retomó sus rutinas; algunas siguen intactas, otras con algunas modificaciones, y otras totalmente distintas. 

¿Cómo están viviendo los chilenos en Israel? ¿Cuáles fueron los cambios que tuvieron que adoptar en sus vidas? ¿Cómo se sigue viviendo en guerra y con aún cientos de secuestrados?

Tres chilenos abren su corazón y nos cuentan desde lo más íntimo sus experiencias, nuevos miedos y preocupaciones, y cómo se vieron impactadas sus vidas tras la horrible tragedia. 

Desde la revista Shalom le enviamos a toda la comunidad chilena de Israel nuestro apoyo y cariño a distancia. ¡Am Israel Jai!

“Vamos a salir adelante”

Esa es la convicción que tiene Karen, quien prefiere no revelar su identidad completa, de 36 años, esposa y madre de dos hijos. Programadora en High Tech, vive hace ocho años y medio en Israel, en Givatayim, una ciudad pequeña al lado de Tel Aviv. 

¿De qué manera cambió tu vida la tragedia del 7/10? 

En muchos sentidos el 07/10 marca un antes y después. Muchos hablan de una nueva retórica; la idea de que el status quo era una opción aceptable, de que podíamos soportar constantes pequeños ataques en el Sur, pues la alternativa a Hamas era peor, demostró ser completamente errónea. 

En lo personal me trajo tremenda desesperanza y desilusión; desesperanza en lograr la paz, la convivencia respetuosa entre pueblos, cuando el otro lado muestra tal nivel de bestialidad; cuando día tras día vemos que cuesta mucho encontrar a civiles realmente inocentes. Desilusión ante la respuesta del mundo, ante el nivel de antisemitismo y odio que estamos viviendo.

El otro día estaba almorzando con amigos en el trabajo, riéndonos de alguna tontera que alguno dijo, cuando una amiga mira su celular y comenta: “Parece que todo Jerusalén conoce al soldado que se murió ayer, ya que mi feed está repleto de historias con su foto”, con lo que hubo un silencio total. Otro amigo respondió: “Muchos de nosotros hemos vuelto a una relativa normalidad, y por momentos se nos olvida que la realidad es que seguimos en guerra; que nuestros soldados siguen peleando y arriesgando su vida, que cientos de personas del Norte siguen evacuados de sus casas sin saber cuándo van a poder regresar, y que aún hay 134 secuestrados en Gaza”. Creo que esta simple conversación refleja perfectamente lo que yo y muchos estamos viviendo ahora.  

Tenía tres cuñados en miluim (reserva en el ejército), uno de ellos estuvo hasta hace tres semanas en Gaza, y ya los tres han sido dados de alta. Poco a poco, como a ellos, se han estado dando de alta a muchos reservistas, lo cual permite volver más a la normalidad. Por momentos estás metida en tu rutina y se te olvida lo que está pasando a tu alrededor, hasta que te metes a alguna red social, o pasas por alguna plaza o puente que tiene colgadas las fotos de los rehenes, edificios con carteles y banderas, o escuchas la alerta de la aplicación (alerta de misiles o terroristas) en el celular de alguien que está cerca de ti, y que tiene programadas alertas en otros lugares de Israel. 

Por otro lado, mi hijo todavía está en un gan provisorio en un refugio subterráneo todo el día, lo cual también nos recuerda a diario que estamos en guerra.

¿Cómo describirías el impacto emocional y psicológico que ha tenido en ti y tu familia?    

El 7 de octubre me desperté con la alerta de que estaban cayendo misiles en Bat Yam (un poco al sur de Tel Aviv), y estaba tan confiada y segura, que lo primero que pensé era que había un “Bug” en la aplicación. Solo un par de segundos después, cuando sonaron las alarmas en Tel Aviv, Givatayim, y muchas otras ciudades a su alrededor, entendí que no era un mal funcionamiento, sino que era real. Fue un shock, totalmente inesperado. Al principio no dimensioné lo ocurrido, creo que me tomó un par de semanas hasta realmente asimilarlo.

Los niños estaban en la casa todo el día, salíamos muy poco y solo al lado de la casa, a una plaza que tiene refugio público. Quería protegerlos de las noticias, de las sirenas, y de todo lo que estaba sucediendo. No queríamos traspasarles miedo, evitamos hablar de las noticias y de lo que estábamos sintiendo cuando estaban ellos presentes, por lo que solo teníamos un par de horas en la noche para ponernos al día. Le explicamos a mi hija en términos muy sencillos lo que estaba pasando con los misiles, y que si suena la alarma tiene que ir rápido al refugio.

Al principio nos sentimos totalmente vulnerables, perdimos la fe en el ejército y el gobierno, y nos sentíamos inseguros. Estaba mucho más atenta y paranoica; recuerdo una noche ver a tres personas en la calle, y sospechar de ellos. Otro día, vi a cuatro hombres salir de un pickup, y estaba con el teléfono en la mano listo para llamar a la policía. Dejé de abrir la puerta de los deliveries, etc. 

Con el tiempo las malas sensaciones se van dejando atrás, recuperamos el sentimiento de seguridad, de control, y de orgullo del ejército.

Pero hay sentimientos que no se van. Hace un tiempo mi hija se despertó una noche llorando, porque había tenido una pesadilla. Yo fui rápido a su pieza a consolarla, y le dije que yo y su papá estábamos con ella en la casa, que estaba segura y que nada malo le iba a pasar. Salí de su pieza llorando, pensando en los papás que le dijeron eso a sus hijos la noche del 6 de octubre, desconsolada porque les fallamos a esos niños, y como papás no pudimos proteger a nuestros hijos.    

¿Qué nuevos miedos estás viviendo? 

Solíamos dejar la puerta sin llave. De día nunca cerramos, de noche intentábamos cerrar, pero muchas veces la dejábamos sin llave y sin preocupaciones. 

Desde el 7 de octubre, cierro con llave cada vez que entro a la casa, y chequeo mínimo cuatro veces que la puerta esté cerrada con llave antes de irme a dormir.

A veces me despierto en mitad de la noche porque escuché un ruido, y después de chequear que no hay nadie y la puerta sigue cerrada, igualmente me desvelo pensando en la mínima posibilidad que haya alguien en mi casa en la pieza de los niños, y si se los lleva no escucharía si me duermo. Tengo una amiga que durmió en la misma pieza que sus hijos por los primeros dos meses y medio, por temor a dejarlos solos. 

En lo personal, no anduve en auto por mucho tiempo, especialmente con los niños, porque no quería que suene la alarma de misiles y yo estar en el auto y no alcanzar a sacarlos y entrar a algún refugio público. Por mucho tiempo, mientras caminaba o andaba en auto, me fijaba dónde estaban los refugios, o dónde ir si sonaban las alarmas.

Todavía me queda la preocupación de una potencial guerra con Hezbollah, por lo que nos abastecimos con lo mínimo e indispensable.

La cultura israelí se caracteriza por su fortaleza y el poder seguir adelante en situaciones difíciles ¿Siendo chilena, cómo te adaptaste a esta forma de vivir tras la masacre? 

Creo que es la única forma de afrontar las situaciones difíciles. Es realmente inspirador. ver en las noticias a sobrevivientes del festival Nova o familiares de secuestrados; la fuerza que tienen, optimismo y resiliencia nos da fuerzas a todos. Escuchar las historias de los héroes que fueron a rescatar a las personas en los kibutzim o en el festival, arriesgando su vida para hacerlo, leer la carta que escribió Iris (la mama del rehén que fue accidentalmente disparado por las IDF) al soldado que le disparó a su hijo, mostrándole amor y compasión, te hacen sentir orgullosa de pertenecer a este pueblo y empoderada. Sin ir más lejos, pensar en todas las mujeres de los reservistas, quienes tienen que dejar sus propios temores y preocupaciones por sus esposos e hijos, para mantener su familia y trabajos, como mi cuñada, con seis hijos, el menor tenía dos meses cuando empezó la guerra; su esposo salió el 8 de octubre a Gaza, y estuvo ahí hasta hace unas semanas, volviendo solo en contadas ocasiones a su casa. O mi suegra que tuvo a tres hijos en Gaza y sus alrededores, te hace sentir humilde y poner todo en perspectiva, y te da seguridad de que simplemente, vamos a salir adelante.

“La música como terapia emocional”

Este es el testimonio de Gabriela Trebitsch, de 41 años, quien hizo Aliá en 2019 junto a su marido israelí, Dan, y sus dos hijas, Sol y Amanda, de 7 y 9 años. Actualmente vive en Tel Aviv y combina su trabajo en una consultora de E-Commerce con su carrera musical “Israel me ha abierto las puertas, teniendo la oportunidad de colaborar con excelentes músicos en shows en todo el país y también me encuentro lanzando mi primer álbum de música latina hecha en Israel”, asegura Gabriela. 

¿Qué cambios experimentaste en tu vida a raíz de la tragedia?

En primer lugar estuve en un shock tremendo por lo ocurrido, incluso los primeros días mantuve cerradas las persianas de la casa. Desde que hice Aliá me ha gustado mucho la vida en Israel, pero sabía que iba a ser muy difícil para mí pasar una guerra. 

Esta es la primera guerra que me toca vivir y desde el inicio sentí que no era “una guerra más”, sino que algo mucho más fuerte y que nos pilló desprevenidos.

Claramente hay un antes y un después del 7 de octubre, se siente un dolor tremendo por los fallecidos y por los rehenes que aún siguen allá. Yo tengo mucha familia en Israel y ellos han sido afectados directamente: por un lado tengo familia que vive en un kibutz en la frontera norte con el Líbano y actualmente están viviendo en un hotel en el Kineret, desplazados de sus casas quién sabe hasta cuándo. Por otro lado, tengo al marido de mi prima, que tiene a un primo rehén actualmente y a la hija de su primo la mataron frente a los papás y hermanos. Tengo familia en el ejército, algunos en roles más peligrosos también, y da mucho miedo.

¿Cómo se vio afectada tu estabilidad emocional?

Creo que la más afectada soy yo, ya que mi marido como israelí lo vive de una forma distinta, habiendo pasado ya otras guerras. Para mis hijas, al ser chicas todavía, no dimensionan el problema. Les explicamos sobre las alarmas y sobre la cúpula de hierro que nos protege, y de esa forma se sienten seguras. De todas formas, al inicio de la guerra, donde hubo más alarmas, mi hija menor a veces se ponía nerviosa de que no le pillara la alarma justo cuando estuviera en el baño o en la ducha, o le preocupaba dormir y no escuchar la alarma. Pero todo eso ha sido manejable y ya llevamos varios meses sin alarmas en Tel Aviv, por lo que las niñas hacen su rutina prácticamente normal.

¿Qué cambios has notado en tus rutinas diarias y en tu forma de relacionarte con otros?

Al inicio uno de los miedos era de qué información podrían recibir las niñas a través del teléfono, por lo que limitamos su uso y estábamos muy atentos de la información que recibían por amigos, vecinos, etc. 

El cómo explicarle a mis hijas ha sido uno de los desafíos más grandes, donde lo más importante es darles a ellas la sensación de seguridad y que no tengan miedo.

Les fuimos dando información de a poco y obviamente sin entrar en mayores detalles.

Mi principal impacto en la rutina fue que el 12 de octubre nos fuimos en el vuelo de emergencia de la FACH yo y mis hijas, y mi marido se quedó en Israel. Estuvimos dos meses en Chile donde toda nuestra rutina cambió. No tuve mucho tiempo para decidir, se dio la oportunidad de subirme al vuelo y tuve que preparar todo de un día para el otro. Mientras estuvimos en Chile las niñas estuvieron más aisladas de las noticias y de todo lo que se comentaba en el colegio y con los amigos, y eso fue excelente. Cuando volvimos en diciembre ya había pasado el período más intenso.

¿Surgió alguna preocupación nueva?

Claramente ahora estoy mucho más atenta y desconfiada. Siento que tal vez confiaba mucho en que estábamos protegidos y ahora siento que sí, estamos protegidos, pero no podemos relajarnos o confiarnos de más. Cada uno debe velar por su propia seguridad.

¿Has implementado medidas de seguridad adicionales en tu vida cotidiana?

Desde que empezó la guerra vamos muy poco a jugar a la plaza con las niñas. Prefiero estar más cerca de un refugio. En general estoy más atenta a si los lugares tienen o no refugio y dónde es. Además que obviamente evito cualquier visita a lugares cerca de las fronteras.

¿Te ha ayudado la música a poder salir adelante y volver a empezar?

Sin duda, tanto la música como el trabajo en la consultora me han ayudado a seguir. Por el lado de la consultora, pude seguir trabajando remotamente desde Chile y, si bien fue cansador por la diferencia de horarios, sí me ayudó a sentirme ocupada y pensar en otra cosa. Y por otro lado, la música es 100% terapia emocional. En el período que estuve en Chile tuve la oportunidad de liderar un proyecto musical junto al equipo del Instituto Hebreo (hicimos nuestra versión de “Koolulam”) y me hizo sentir que aporté a la comunidad a través de la música. Al mismo tiempo me di cuenta de lo emocionados que estaban todos los participantes, porque el reunirse en comunidad y cantar genera una emoción especial que se vivió ese día. ¡Incluso terminamos la jornada cantando el Hatikva porque muchos lo pidieron! 

Y desde que volví a Israel, poco a poco he vuelto a hacer música también y ha sido maravilloso porque la gente necesita expresarse de alguna forma y la música es una excelente manera de hacerlo. He hecho ya varios shows tributo a Mercedes Sosa en los últimos meses, donde muchas canciones tienen mensajes muy relevantes a la situación de Israel hoy. Canciones como “Sólo le pido a Dios”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “La Cigarra” y “Gracias a la vida” toman un significado diferente después del 7 de octubre. Ha sido una gran oportunidad de abrazar a la gente de Israel a través de la música.

¿De qué manera esta masacre influenció en tu identidad judía y relación con Israel?

Pienso que mi relación con Israel se ha reforzado con todo lo ocurrido ya que es increíble ver la resiliencia de los israelíes y la forma de enfrentar la situación y las ganas de seguir adelante.

Por otro lado, sí me pasó en un inicio que me decepcioné, porque siempre me había sentido segura y protegida, y desde el 7 de octubre me robaron esa sensación y me sentí totalmente vulnerable, pero aún así quiero creer que estamos en el camino para volver a esa situación de seguridad. El problema es el alto costo que ha tenido esta guerra.

¿Has considerado la posibilidad de regresar a Chile?

No por ahora. Estuve allá dos meses y me sentí decepcionada del nivel de antisemitismo que sigue aumentando. Por ahora siento que el lugar donde debo estar es en Israel.

¿Cómo percibes la respuesta general de la sociedad chilena ante los acontecimientos en Israel después de la masacre del 7 de octubre?

Pésima respuesta, decepcionante aunque, por otro lado, no me sorprende. 

El antisemitismo siempre ha estado en Chile, y con esto se eleva a niveles altísimos y lo peor es que hacen política con eso.

En un principio sentí la obligación como chilena-israelí de intentar explicarle a algunas personas sobre la situación, que vieran el otro lado de la moneda, pero rápidamente me di cuenta que hay unas pocas personas abiertas a escuchar, y muchísimas personas a las que no les interesa saber lo que realmente pasa. Sinceramente me cansé de gastar energía en explicar cosas a los que no quieren escuchar. Tal como decía Golda Meir “prefiero el repudio de todo el mundo y no sus condolencias”.

 

“Pérdida de ingenuidad”

Daniel Weinstein, de 50 años, llegó en 2003 a Israel en donde conoció a su actual esposa y madre de sus dos hijos, de 14 y 12 años. Actualmente viven en Givatayim y trabaja como analista de El-Al, en donde nos cuenta que su carga laboral ha aumentado considerablemente debido a la guerra.

“Cuando sonó la sirena el 7 de octubre, no sabíamos qué estaba pasando pero como no era primera vez que nos tocaba ingresar a un refugio, ya conocíamos el modo de actuar. Sabíamos que no era un simulacro porque fueron muchos los misiles que nos lanzaron en la primera tanda. Ingresamos a Internet para ver qué estaba pasando, y comenzaron a salir las primeras noticias de cómo los palestinos estaban entrando a los kibutzim, veíamos a los prisioneros y se hablaba de la masacre. Después de eso ya sabíamos que todo iba a cambiar. Fue una sorpresa total y el sentimiento de inseguridad fue brutal”, recuerda Daniel. 

Daniel ¿Cómo repercutió esto en tu vida de forma definitiva?

Lo podría definir como la “pérdida de la ingenuidad” – duele, pero luego parece tan obvio. Existe un mundo real donde hay gente que quiere destruirte, por cualquiera sea el motivo… y antes uno no lo creía… pensaba que todo se puede arreglar conversando. Antes del 7 de octubre da la impresión que uno vivía en un mundo imaginario…. De espalda a la realidad.

¿Surgió algún miedo diferente en tu vida tras la tragedia?

Obviamente que tengan la oportunidad de hacer un octubre 8… para luego hacer el 9 y así. Y nosotros ser lo suficientemente débiles para tener que hacer caso a personas altamente ideologizadas que, por lo general, no saben de qué se trata esto.

¿Cómo manejas o afrontas estos nuevos miedos en tu día a día? ¿Cómo has adaptado tu rutina diaria?

Nos dieron consejos como no ver noticias todo el tiempo y siguiendo ese consejo he dejado de ver muchos programas de conversación. 

Creo que el mundo “mediático” es ínfimo versus el mundo real.

¿Qué cosas a las que antes no les prestabas atención, ahora sí?

Antes tenía dudas de lo que decían los árabes en inglés, era lo verdadero v/s lo que dicen en árabe. Ahora estoy convencido de que lo que dicen en árabe es la verdad… así que me trato de centrar en lo que dicen en árabe para los árabes.

¿Sientes la necesidad de contar con algún tipo de insumo para tu mayor seguridad?

Sí, como tener un mayor stock de comida y agua, tener artículos de camping. ¡Armas no!

¿Cómo han vivido esta nueva vuelta a la “normalidad” sabiendo que aún hay cientos de secuestrados?

Al principio fue muy duro, por los cohetes y la falta de colegio, pero de a poco hemos llegado a una normalidad cercana a la pre -guerra. Estamos completamente conscientes que somos de los privilegiados.

 

Para nosotros como chilenos es más difícil que un israeli promedio. Estoy muy cansado de todo… Los israelíes tienen como la piel más gruesa y al parecer lo llevan mejor. No es que tenga depresión ni nada, solo estoy cansado. Por otro lado, no veo camino alguno que seguir adelante con la guerra. 

Nosotros estamos convencidos que los palestinos de verdad, los que hablan árabe, quieren guerra eterna.

Yo no creo que quieran paz, antes del 6 de octubre pensaban que sí querían, ahora es un rotundo no. 

¿Ha influenciado tu visión de seguir viviendo en Israel?

No, creo que se ha acentuado. No me gustaría vivir en un país donde un gobierno desea/avala la muerte de mis queridos.

¿De qué manera esta experiencia ha moldeado tu identidad como judío?

Como judío no mucho, más bien como israelí se ha afianzado.