Experiencia de Aliá a Israel
En agosto de 2020, Arie Husid y Debby Roitman tomaron una de las decisiones más importantes de sus vidas: hacer aliá a Israel. Casi cinco años después, esta pareja chilena comparte su experiencia única de adaptación y transformación en Israel.
En una entrevista que le realizamos en Keren Hayesod, ellos relatan el proceso de integración, los desafíos lingüísticos, las incertidumbres de dejar atrás su país natal y la profunda conexión que han forjado con Israel. En un contexto donde la guerra del 7 de octubre de 2023 redefinió la cotidianeidad de millones, su historia es un reflejo del espíritu resiliente y la solidaridad que caracteriza al pueblo israelí.
A través de sus palabras, descubrimos no solo el viaje físico de emigrar, sino también el recorrido emocional y social que implica construir un nuevo hogar, un lugar donde la identidad y la pertenencia se entrelazan en cada experiencia vivida.
Foto: Presentación de Arie Husid y Debby Roitman en Chile : “La vida después del 7/10 : Como lo cotidiano convive con la guerra” 22/04/2025
Cuéntenos un poco sobre su historia personal. ¿Cuándo llegaron a Israel? ¿Cómo fue para ustedes tomar la decisión de migrar? ¿Qué miedos o aprehensiones tenían respecto a la sociedad israelí?”
La verdad es que nuestra historia con Israel comenzó mucho antes de hacer aliá. Desde muy jóvenes fuimos sionistas, y esa idea de vivir en Israel siempre estuvo con nosotros, especialmente desde que nos casamos y formamos nuestra familia en Chile. Pero durante mucho tiempo no era el momento adecuado. Nuestros hijos aún no se habían independizado, y sentíamos que teníamos que esperar a que cada uno encontrará su camino.
Finalmente, cuando los mayores formaron pareja y estaban más asentados, sentimos que había llegado el momento. Nuestra hija menor tenía once años, una edad que nos pareció ideal para hacer el cambio, así que tomamos la decisión.
Lo curioso es que apenas lo decidimos, comenzó el COVID-19. Fue en enero de 2020 cuando dijimos: “Este es el año”. Planeamos venirnos en julio o agosto, y aunque el mundo entero cambió en marzo, nosotros seguimos adelante. Ya habíamos tomado la decisión y no quisimos postergarla.
Queríamos que nuestra hija pudiera comenzar el año escolar en Israel. Así que hizo medio semestre por Zoom, como todos en esa época, y luego se integró presencialmente. Elegimos instalarnos en Ra’anana porque ahí ya vivían mis padres y mi hermana (Debby). Fue una decisión muy familiar. Además, comenzamos a buscar el colegio que mejor se adaptara a ella.
El idioma fue uno de los primeros desafíos. En el caso de Debby ella es una toshav jozeret (ciudadano que regresa). Nació en Uruguay, vivió muchos años en Chile, pero estudió su licenciatura y maestría en Israel, por ende ya manejaba el hebreo. En cambio para Arie fue distinto. Aunque había estudiado en el Colegio Hebreo de Chile y tenía una base, habían pasado casi 40 años sin hablarlo. Como nuevos inmigrantes, les ofrecieron hacer el ulpán, los cursos de hebreo para olim jadashim. A Arie le tocó por Zoom, lo que lo hizo aún más desafiante, pero gracias al nivel de los profesores y la dinámica de las clases, fue avanzando. Después, cuando se levantaron un poco las restricciones logró hacer un segundo curso presencial que le permitió alcanzar un mejor nivel. De todas formas, también había que trabajar, así que no quedaba otra que lanzarse a hablar, equivocarse y aprender en el día a día.
Afortunadamente, la sociedad israelí es muy comprensiva con los nuevos inmigrantes. Este país está hecho de gente que vino de todas partes del mundo, hay mucha paciencia, empatía y disposición a ayudar.
Te corrigen con cariño, te enseñan, te alientan. Además, el hebreo sólo se habla en Israel, así que estar inmerso en el idioma te obliga a soltarlo.
¿Cómo vivieron ustedes el 7 de octubre?
El 7 de octubre fue espantoso. Al principio no podíamos creer lo que estábamos viendo. Se sabía muy poco; llegaban apenas algunas imágenes y videos por televisión o redes, pero todo era confuso. Fue una mezcla tremenda de incredulidad, angustia, frustración. Una sensación de que algo muy grave estaba ocurriendo, pero sin poder dimensionarlo del todo.
Al día siguiente, la magnitud de lo que había pasado se reveló con toda su crudeza. Y ahí cambió todo. Lo primero que hicimos fue volcarnos a ayudar. Diríamos que el 80% de la población salió a hacer algo. Fue un momento profundamente doloroso, pero también increíblemente humano. Vimos una solidaridad impresionante: gente donando sangre, víveres, ropa; centros de acopio apareciendo en cada ciudad, en cada barrio.
Queremos destacar especialmente la solidaridad de la sociedad civil. Nosotros vivimos en el centro del país, en Ra’anana, así que no fuimos evacuados, pero tres de nuestros sobrinos son reservistas y entraron a Gaza cuando comenzó la ofensiva terrestre. Vivimos esa angustia día a día. Y aún así, lo que marcó ese tiempo fue la decisión de mantenerse ocupados. Esa fue la clave: ocuparse. Volver a trabajar, volver a la rutina. Aunque parezca frívolo, eso fue lo que nos sostuvo. Estar 24/7 frente al televisor no ayudaba a nadie. Lo que realmente ayudó fue levantarse y hacer.
Conversamos mucho con amigos, con otros olim, con israelíes, y todos coincidimos: si no podés estar en el frente, tu deber es mantener al país funcionando. Seguir trabajando, asegurarse de que la economía no se detenga, que los soldados tengan un país al que volver.
Cada uno encontró su manera de aportar. Nosotros, por ejemplo, fuimos a hacer asados a bases militares, cuando los soldados estaban entrando o saliendo de Gaza. Les dábamos un plato de comida casera, una sonrisa, un gesto de agradecimiento.
Foto: Asado realizado el 25 de Octubre del 2023, por voluntarios civiles, en una Base militar, para los soldados que estaban entrando y saliendo de Gaza. Estos asados pasaron a ser una práctica habitual en este período de guerra.
Foto: Unidad de soldados que fueron recibidos por la esposa de uno de ellos con ayuda de todo el asentamiento donde viven (19 Octubre 2023).
Ya llevan casi cinco años viviendo en Israel, y seguramente han vivido muchos cambios, desafíos y también logros en este tiempo. Mirando hacia atrás, ¿qué consideran que fue lo más difícil durante todo este proceso de hacer aliá?
Creemos que lo más difícil, más allá del idioma o de encontrar trabajo, fue la parte emocional. Dejar todo atrás, especialmente a los hijos que quedaron en Chile, porque aunque ya eran independientes, siempre hay un lazo muy fuerte. Además, uno idealiza mucho el proceso de aliá; lo ves como un sueño que se cumple, y realmente lo es, pero también tiene sus dificultades prácticas: abrir una cuenta bancaria, entender el sistema de salud, adaptarse a una nueva cultura.
El idioma fue un gran obstáculo para Arie. Aunque él sabía algo de hebreo, habían pasado casi 40 años sin usarlo, así que fue como volver a empezar.
Arie nos cuenta que el adaptarse a Israel lleva tiempo. No se llega y al mes ya se siente uno en casa. Es un proceso largo, con altibajos. Lo importante es no rendirse y saber que todo va encontrando su lugar poco a poco.
Nos cuenta que contar con una red de apoyo los ayudó mucho. En el caso de Arie y Debby tener familia en Ra’anana fue fundamental. Los apoyaron desde el primer día, desde acompañarlos al supermercado hasta guiarlos con los trámites.
Y por último, explican que es clave estar abiertos a nuevas experiencias y amistades. Hay muchas organizaciones que trabajan con olim, y eso da un sentido de comunidad muy importante. Sentirse parte de algo más grande fortalece mucho en este proceso.
Y en ese sentido, ¿cuál ha sido el mayor aprendizaje que han tenido desde que llegaron?
Una de las cosas que aprendimos es que se puede empezar de nuevo a cualquier edad. Nosotros hicimos aliá con más de 50 años y tuvimos que reinventarnos en muchos aspectos. Cuesta, pero se puede. Además, aprendimos a valorar cosas pequeñas que antes dábamos por sentadas: la seguridad en la calle, la sensación de pertenencia, y sobre todo, el poder vivir en un país que sentimos como nuestro hogar, nuestro pueblo.
También aprendimos a confiar. Confiar en que todo va a salir bien, que cada cosa tiene su tiempo.
En Israel todo es muy rápido, intenso y a veces caótico, pero hay una energía muy especial que te impulsa a seguir adelante.
¿Cómo manejaron el miedo, la incertidumbre, especialmente con su hija adolescente viviendo todo esto?
Ante esta pregunta, Debby dice que fue muy difícil “como adulto uno trata de estar fuerte, de contener, pero internamente también tienes miedo. Y los chicos perciben todo. Ellos como matrimonio siempre trataron de hablar mucho con su hija, de explicarle, de validar lo que sentía y de no minimizar”.
Arie señala que fue “importante mostrarle a tu hija que uno no se paraliza por el miedo. Que uno puede estar angustiado pero aún así ayudar, participar, hacer algo. Eso le enseñó a canalizar la angustia en acción. Y la verdad es que los jóvenes, los chicos, nos sorprendieron. Nuestra hija y sus amigos se organizaron para ayudar, armaron paquetes, fueron a centros de acopio. Tenían una madurez que nos emocionaba”
Debby agrega “Hay una cosa que no sé si se entiende desde afuera: el nivel de cohesión que se generó. Todo el mundo ayudaba. No importa tu origen, tu ideología, ni tu edad. Había un espíritu de unidad impresionante. Por ejemplo, en nuestro barrio, que es bastante mixto, todos los vecinos se organizaron para cocinar, para hacer turnos en los supermercados, para ofrecer transporte. Fue hermoso dentro de tanta oscuridad”
Arie reflexiona sobre la decisión que tomaron y señala “uno a veces duda, se pregunta si hizo lo correcto. Pero en momentos como ese, te das cuenta de que estás en el lugar en el que tenés que estar. Israel no es perfecto, pero es un país donde la gente se cuida, se apoya. Eso no tiene precio”.
¿Qué le pueden decir a todas las personas que están pensando en hacer aliá o para quienes ya están en ese proceso y sienten que es difícil?
Debby: Nosotros siempre decimos que hay que venir con los ojos bien abiertos. No es fácil. Pero también es una experiencia transformadora. Hay que tener claro que uno no está solo. Hay muchas redes de apoyo, muchas personas que ya pasaron por lo mismo y están dispuestas a ayudar. Eso es muy tranquilizador.
Arie: Y algo que siempre decimos: hay que tener paciencia. Con uno mismo, con el entorno, con el idioma, con la adaptación. Todo llega, pero lleva tiempo. Y vale la pena.
Hablando de la adaptación y lo difícil que puede ser ¿cómo enfrentaron este proceso?
Al principio uno idealiza, cree que todo va a ser mágico, y después te encuentras con la realidad: trámites, idioma, diferencias culturales. Pero eso también te hace crecer muchísimo. Y una cosa que ayuda mucho es tener una comunidad. Nosotros, por suerte, teníamos a la familia cerca, como ya contamos. Pero además nos fuimos conectando con otros olim, con grupos de apoyo. Eso hace una gran diferencia. Y también ayuda tener claro por qué uno hizo aliá. Tener ese propósito bien firme. Porque en los momentos difíciles, eso es lo que te sostiene. En nuestro caso, el sionismo, el deseo de estar acá, de aportar a este país, fue lo que nos mantuvo firmes incluso en los momentos más duros. Sentimos que pertenecemos. Aunque todavía tengamos acento, aunque todavía cometamos errores con el idioma, sentimos que somos parte. Y eso no tiene que ver sólo con lo que uno hace, sino con cómo te recibe la sociedad. Y en ese sentido, Israel es muy inclusivo. Te da lugar.
Si tuvieran que darle un mensaje a alguien que está considerando hacer aliá, ¿qué le dirían?
“Les diría que lo hagan con los ojos abiertos, con preparación, pero sin miedo. Que no espere perfección, pero que sepan que van a encontrar una comunidad, un país que lo va a abrazar. Y que no duden en pedir ayuda. Hay muchos recursos, mucha gente dispuesta a apoyar. Nadie tiene que hacerlo solo” explica Debby.
Arie agrega “Yo les diría que no se preocupen tanto por lo material, por el idioma, por el trabajo. Todo eso se resuelve. Lo importante es venir con corazón abierto, con ganas de ser parte, de aportar. Y que no se rindan. Que los momentos difíciles pasan, y que lo que uno gana acá, en términos de sentido, de identidad, de pertenencia, es invaluable”.
Desde la creación del Estado de Israel, Keren Hayesod —en colaboración con la Agencia Judía para Israel— ha facilitado la aliá de millones de personas. Nuestra misión es ayudar y permitir que toda persona judía que desee hacer aliá pueda hacerlo, sin importar su lugar de origen o circunstancias.
Traer a cada judío a Israel es una prioridad nacional, y el futuro de nuestro país está profundamente ligado a la continuidad de este proceso.
Hoy, frente al aumento del antisemitismo en el mundo, la demanda de aliá crece más que nunca. Por eso, estamos ampliando nuestra infraestructura global para responder a este llamado urgente.
Tu contribución marca la diferencia. Gracias al apoyo de nuestros donantes, miles de personas han logrado cumplir el sueño de hacer de Israel su hogar. Súmate a esta misión histórica. Dona hoy y sé parte activa del futuro del pueblo judío.