Por Roberto Avram, sheliaj de Keren Hayesod Chile
Durante mi viaje a Israel en junio, conocí a Miriam, una joven madre que tuvo que dejar su hogar en el sur de Israel tras los ataques del 7 de octubre. Con su hijo pequeño en brazos, llegó a un centro de acogida apoyado por Keren Hayesod, donde encontró no solo un lugar seguro, sino también la calidez de una comunidad que la abrazó en su momento más difícil. “Nunca pensé que tanta gente que no me conoce me ayudaría así”, me dijo con los ojos llenos de gratitud. Esa frase resume algo profundo: la verdadera fortaleza de Israel está en su gente, en la capacidad de ayudarnos entre nosotros.
La historia del pueblo judío ha estado siempre marcada por la resiliencia y la colaboración. Desde los días en el desierto hasta la vida moderna en Israel, la libertad ha sido mucho más que un ideal: ha sido una responsabilidad compartida. Y dentro de ese compromiso, la ayuda mutua —el apoyar con recursos, tiempo o voluntad— ha sido clave para que nadie se quede atrás.
La libertad que nos une
La libertad no se mide solo por la ausencia de opresión, sino también por la capacidad de construir un entorno donde cada persona pueda vivir con dignidad. Esa libertad exige involucrarse, ofrecer una mano al que lo necesita y estar presentes cuando las circunstancias lo demandan.
Israel enfrenta desafíos constantes, tanto en tiempos de crisis como en la vida diaria. El Estado cumple un rol esencial, pero hay momentos y lugares donde no puede llegar con la rapidez ni la cercanía que las personas necesitan. Es ahí donde entramos todos nosotros, a través de redes solidarias que transforman vidas. Donar, colaborar, acompañar: esas son formas concretas de participar activamente en la construcción del país.
Apoyo mutuo: una fuerza vital
Israel es joven, vibrante, lleno de energía. En poco tiempo ha alcanzado logros notables en seguridad, salud, educación y desarrollo social. Sin embargo, hay desafíos que requieren respuestas ágiles, humanas, adaptadas a la realidad específica de comunidades enteras.
Desde el 7 de octubre, hemos visto cómo miles de personas se movilizaron para apoyar a familias de soldados, ayudar a los desplazados y reconstruir zonas golpeadas por la violencia. Y aún en tiempos más tranquilos, esta energía solidaria es la que permite que florezcan la educación, la cultura y la innovación social. No se trata solo de dar algo, sino de invertir en un futuro común.
Israel te necesita hoy más que nunca. Cada acción cuenta. Cada aporte, por pequeño que parezca, puede cambiarle la vida a alguien como Miriam. Ser parte de este esfuerzo colectivo no es solo ayudar; es ser protagonista en la historia que seguimos escribiendo juntos.
Porque en Israel, ayudar no es solo un acto de generosidad. Es un compromiso con lo que somos.
En el pueblo judío la solidaridad no es solo un acto de dar; es parte de lo que somos
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