Por Roberto Avram, sheliaj de Keren Hayesod Chile
En nuestra generación, muchos nos hemos preguntado cómo hubiese sido vivir en una época tan oscura como la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Hemos debatido una y otra vez las preguntas que parecen no tener respuesta: ¿por qué los judíos no se defendieron? ¿Quiénes alzaron la voz en aquellos tiempos? Admiramos a quienes lo hicieron, a esos líderes que desafiaron la corriente y actuaron con valentía, dejando una huella que todavía reconocemos y respetamos.
Hemos imaginado cómo sería ser parte de la historia. Y hoy, en este momento, lo somos.
El 7 de octubre marcó un antes y un después: la guerra más prolongada y devastadora en los 76 años de Israel. Lo que muchos creíamos inimaginable, lo estamos presenciando. Y no es solo la guerra; es la ola de odio que se extiende como un veneno, desde las calles de Ámsterdam, donde atacan a seguidores por portar una bandera, hasta las manifestaciones en Londres que queman los colores azul y blanco de Israel. Vemos protestas, desinformación y una profunda falta de apoyo en momentos cruciales.
Aquí es donde el corazón se aprieta y la mente se pregunta: ¿de qué lado de la historia decidimos estar? En un futuro, cuando nuestros hijos y nietos nos miren a los ojos y pregunten qué hicimos en aquel momento, ¿qué les diremos? ¿qué vimos y callamos? ¿qué normalizamos el miedo, el dolor, la indiferencia?
No podemos permitir que la rutina nos ciegue, que la repetición de titulares adormezca nuestra conciencia.
Debemos recordar que Israel no solo lucha en sus fronteras; su lucha es nuestra.
Y en esa lucha, Keren Hayesod ha estado en primera línea, apoyando no solo a las víctimas y a los desplazados, sino también garantizando que el tejido de la sociedad israelí se mantenga firme, desde la asistencia a las familias que lo han perdido todo hasta la ayuda vital para soldados y comunidades en crisis.
En estos tiempos, es fundamental que nuestros esfuerzos sean coordinados y significativos. La dispersión de pequeñas donaciones a entidades cuya efectividad es incierta puede diluir el impacto que tanto se necesita. Por eso, unir nuestras fuerzas en proyectos que realmente marcan la diferencia es un acto de conciencia y responsabilidad. Las organizaciones como Keren Hayesod, con su trayectoria y compromiso probado, nos permiten saber que cada aporte suma de manera real, asegurando que la ayuda llegue a donde se necesita y se utilice de la manera más efectiva.
Este no es un acto heroico de unos pocos, es una responsabilidad compartida. Es la historia de nuestra generación, de nuestra respuesta, de nuestro compromiso.
No es solo donar, es ser parte de algo más grande, es demostrar con acciones que no somos espectadores. Es sostener a Israel en su momento más frágil y probar que la unidad del pueblo judío sigue siendo nuestro escudo.
Cuando llegue el día en que nuestros hijos nos pregunten qué hicimos, quiero que mi respuesta sea clara y firme: “Hice todo lo que pude. No miré hacia otro lado. Fui parte del esfuerzo para que Israel siguiera en pie.” Y tú, ¿qué les dirás a los tuyos?