Gracias a la vida que nos ha dado tanto.
Lázaro Rimsky nació en Rusia como el menor de 3 hijos y escapó de los pogroms dentro de una carretilla cubierta de paja. Gracias a la Agencia Judía, desde Polonia logró zarpar rumbo a Estados Unidos a reencontrarse con su hermano mayor, pero por casualidades de la vida o como diríamos hoy, gracias a la vida, una cuarentena no le permitió desembarcar y terminó llegando a Chile, donde su otro hermano, Mauricio, lo recibió y le enseñó la lengua y algo de la cultura chilena.
Silvia Bendersky nació en Argentina, como primera generación luego de que su padre llegara de Rumania y siendo la mayor de 8 hermanos.
Por casualidades de la vida o mejor dicho gracias a la vida, su abuelita Lea la invitó de viaje a Santiago para visitar a una hija casada casualmente con Mauricio Rimsky, hermano de Lázaro. Fue en ese encuentro donde gracias a la vida, se juntaron y desde ahí todo fue historia: se casaron, se quedaron viviendo a este lado de la cordillera y tuvieron 4 hijos, Clara, Tolo, Joshua y José.
La Clari desde siempre nos ha transmitido una profunda admiración hacia sus padres, mostrándonos los botones de la mercería de su padre o comentando cada vez que prueba una delicia que le recuerda la mano en la cocina de su madre, quien nunca usaba recetas y aún así siempre lograba servir pedazos de cielo.
Desde los 6 años, Jaia Reissel, como es su nombre en Yiddish, fue matriculada en el Santiago College, donde estudió inglés y secretariado hasta graduarse en 1941. De sus años escolares siempre cuenta una anécdota sobre su profesora de segundo básico llamada Miss Danskin y uno de sus dos compañeros hombres que pasaba regularmente a la pizarra y partía escribiendo arriba y terminaba en diagonal, lo que le saca una sonrisa cada vez que nos lo cuenta.
En su juventud también estudió costura, piano, cocina e yiddish, incentivada por sus padres, además de disfrutar con sus amigas que la acompañarían por toda la vida. Fue en una salida con ellas que conoció a Marta Weinstein, su futura cuñada, quien gracias a la vida le presentó a su hermano León, con quién calzaron a la perfección y luego de unas salidas decidieron casarse, el 19 de septiembre de 1945.
El Abuelo León trabajaba en la mueblería de la familia, llamada “Mueblería Londres”. Como quedaba en Valparaíso decidieron instalarse en la costa para comenzar su familia, en un departamento pequeño pero acogedor, con una hermosa vista al mar y convenientemente cerca de un ascensor. La familia comenzó a crecer y la primera en llegar fue Patricia seguida de Fernando y varios años después, Julio.
Lamentablemente aún siendo un niño, Fernando se enfermó de poliomielitis, dando un giro radical en la vida de la Clari quien dió todo lo que pudo para darle la mejor vida posible a su querido hijo. Tristemente falleció a la edad de 21 años y poco tiempo después la Clari enviudó.
Resiliencia es el segundo nombre de nuestra abuela, ya que desde entonces logró sacar adelante a la familia trabajando y esforzándose para mantener su autonomía y a su hijo menor. Tal fue la fuerza de voluntad de la Clari que la tuvimos que obligar a dejar de trabajar, logrando que se jubilara cuando ya había llegado a una edad más que prudente.
La Clari es la matriarca indiscutida de nuestra familia, compuesta de tres nietas que le dieron 9 bisnietos a los que adora con locura pero siempre con su compostura de lady. Cada hito de su vida la convirtió en el ejemplo que es para todos nosotros: una mujer empoderada que lucha por los que ama y da amor incondicional; una abuela que visitaba a sus nietas para jugar naipes todo el dia cuando estaban enfermas en cama; una bisabuela que saca sonrisas de solo mirarla, que usa sus manos en la cocina preparando las creaciones más delicadas y deliciosas que hemos probado; una cocinera humilde que nunca va ha dejar de mencionar a su madre cuando algo le queda rico; quien nos ha hecho disfrutar de las mejores onces y pastitas; una admirable amiga y miembro de la Wizo por años.
Una matriarca con todas sus letras que siempre invitó a todos a su mesa y definitivamente no ha dejado un espacio vacío en nuestros corazones.
Hace muchos años, le preguntamos cuál era su canción favorita y ella como siempre muy reflexiva, decidió tomarse su tiempo para responder y pensarlo. Días después nos dijo “Gracias a la vida” de Violeta Parra, porque nos vio a todos en una mesa llena de amor y dijo que no podía estar más agradecida de la suerte que tenía de tenernos y de haber experimentado todo lo que la vida le había deparado. La definición de fortaleza y del vaso medio lleno, ya que a pesar de todas las tristezas, llenó vasos de alegrías y no de lágrimas.
Hoy, 100 años después de su nacimiento, no podemos decir más que Gracias a la vida por darnos a nuestra persona favorita y por brindarnos la oportunidad de tenerla a nuestro lado con su sonrisa, su collar de perlas y como siempre, su corazón de yiddishe mamme.
Tus nietas y bisnietos que te aman.