Actualidad, KEREN HAYESOD

Un proyecto propio

Otorgando una vivienda digna a nuestros padres

Por Sheliaj Roberto Avram

Muchos se sorprenderán de saber cuál es mi relación verdadera con Keren Hayesod. Durante mi proceso de aliá a Israel, el cual fue muy duro debo reconocer, recibí apoyo de la Agencia Judía en muchas instancias. A través de la generosidad de nuestras comunidades, recibí no solo apoyo económico sino herramientas prácticas que me permitieron salir adelante como profesional, casarme y llegar a tener una vida que en Venezuela no hubiera podido tener.

Vengo de una familia judía tradicionalista y muy sionista. Mi padre fue durante muchos años voluntario en la comisión de asuntos religiosos de la Unión Israelita de Venezuela (principal sinagoga ashkenazi en Caracas) y mi madre trabajó 9 años como Jefe del departamento de comunicación y prensa de la Embajada de Israel en Venezuela. 

Israel siempre estuvo presente en nuestra casa, en nuestras vidas.

Decidimos concretar nuestra alía en el año 2006, antes de las primeras olas de emigración venezolana cuando mucha gente aún no creía que la situación seguiría empeorando. Sin embargo, cuando llegamos a Israel, la situación económica en Venezuela era tan mala que los ahorros que habían logrado mis padres muy rápidamente se perdieron en el alto costo de la vida Israelí. Nuestro departamento en Caracas lo logramos vender en escasos 20 mil dólares que no alcanzaban ni para la inicial de un departamento en Israel.

Mi padre llegó a Israel muy enfermo, después de vivir 12 años de tratamientos contra un cáncer muy agresivo, en el año 2008 falleció, y la situación emocional de mi mamá, de entonces 57 años, comenzó también a decaer. Yo me recluté al servicio de Tzahal (IDF) al mes de haber fallecido mi padre y no pude acompañar de cerca a mi mamá en su dolor.

Durante los primeros años en Israel, recibimos apoyo económico para poder dedicarnos a estudiar hebreo, realizamos cursos preparativos para poder insertarnos en el mercado laboral, aprender a hacer un curriculum y una entrevista en hebreo y mejorar nuestra capacidad profesional. Recibimos mucho apoyo que sin el Keren Hayesod con el aporte de las comunidades judías, no hubiese existido, y lo sé porque veo la realidad migratoria de los venezolanos en el mundo y yo recibí mucho más de lo que muchos de ellos pudieran soñar.

Durante los primeros años después de la muerte de mi papá, mi hermana se casó y yo conocí a mi esposa Dana con la que me casé en diciembre de 2010, por lo que mi mamá cada vez se veía más sola en la realidad de un país diferente, una cultura nueva y un idioma completamente distinto. 

Para la fecha de mi matrimonio, mi mamá vivía con mi tía, su hermana, en un departamento arrendado en Kfar Saba, y suponíamos que su vida en compañía les haría bien a ambas; mi tía nunca se casó y sus hijos adoptivos fuimos siempre nosotros, por lo que la vida juntas, supondría un beneficio para ambas. Sin embargo, la convivencia para dos hermanas que hacía mucho tiempo ya no vivían juntas fue muy difícil, tuvieron muchas discusiones y la situación llevó a mi mamá a tomar la decisión de irse de la casa y arrendar una unidad de vivienda ella sola.

En Israel, en los últimos años cada vez son más escasas las viviendas chicas de una o dos habitaciones, porque cada vez más, las construcciones nuevas están dirigidas hacia las nuevas generaciones de familias que son más grandes, y las edificaciones antiguas son demolidas por problemas de seguridad. Por esta razón se abrió un mercado de lo que se llaman “unidades de viviendas” que son generalmente piezas o departamentos muy chicos que están construidos al margen de las casas privadas con una entrada independiente para arrendarle a un inquilino generalmente adulto, en algunos casos estas piezas también son arrendadas como clínicas u oficinas.

Mi mamá, se fue a vivir a una “unidad de vivienda” tipo estudio con un solo espacio que incluía la sala y un medio piso (al que nunca pudo acceder por su estado de salud) en el cual supuestamente debía estar la cama, el lugar era muy chico y aunque estaba en buenas condiciones, se notaba que era el estacionamiento de la casa que fue habilitado para ser habitado de alguna manera.

En ese lugar mi mamá pasó cerca de 5 meses hasta que llegó el invierno y a la primera lluvia de temporada, la vivienda se inundó, perdió su televisor, y pasamos muy malos ratos con el dueño del departamento quién no se quiso responsabilizar por los daños. Nuevamente, mi mamá, ya con 65 años de edad, se encontró sumergida en un estado emocional muy difícil.

En ese momento de dificultad, acudimos nuevamente al Ministerio de Absorción a pedir por ayuda, buscamos nuevas soluciones para su situación porque en Israel, realmente los inmigrantes a pesar de que pase el tiempo y ya estén más o mejor integrados en la sociedad siempre tienen el apoyo del Ministerio de Absorción que en sociedad estratégica con la Agencia Judía busca generar programas para solucionar siempre las necesidades críticas del país.

Pues felizmente, desde hace 7 años ya, mi mamá vive en una de los 57 hogares de amigour que albergan más de 7,500 adultos mayores inmigrantes y sobrevivientes del holocausto en Israel, vive en la ciudad de Kfar Saba, en un hogar en donde residen muchos latinoamericanos por lo que mi mamá pudo recrear una vida social comunitaria y ver y conocer amigas, tener su independencia y tener actividades de manera regular.

Amigour es uno de los proyectos de Keren Hayesod que tiene una importancia de carácter nacional y está apoyado económicamente por el Ministerio de Absorción y el Ministerio de Vivienda en Israel.

Hoy en día más de 21.000 personas de la tercera y cuarta edad se encuentran en lista de espera para recibir una vivienda digna.

A mi personalmente, me enorgullece ser un embajador de Keren Hayesod en Chile.

Agradezco poder trabajar para que más viviendas de amigour sean construidas ayudando a nuestros padres y a muchos otros inmigrantes a tener acceso a una vivienda digna durante su vejez.