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Muere Isaac Frenkel, que hizo del humanismo socialdemócrata su ‘deber irredimible’

La destacada voz del judaísmo chileno fue también un gestor cultural de excelencia en la música, el teatro, las ideas y la educación basada en derechos humanos.

Por QH Jorge Zeballos, Filial Pacífico, Comisión Asuntos Públicos B’nai B’rith.

 

Isaac Frenkel, veterano activista y abogado judío, falleció a los 93 años, según anunció la Comunidad Judía de Chile, organismo que presidió y reformó en los primeros años del retorno de la Democracia. 

 

Frenkel, cuya relevancia trascendió las fronteras de su comunidad, dejó un legado significativo que impactó a los judíos chilenos, a la sociedad nacional, a Israel, al sionismo progresista y a las instituciones culturales.

 

Sus incansables esfuerzos le granjearon una notable reputación y le confirieron encargos desafiantes que abordó con pasión y dedicación.

 

Isaac ha sido descrito como abogado, filántropo, intelectual y activista, y era todas esas cosas. Valoraba el mandamiento bíblico de dirigir y reprender a nuestro pueblo cuando fuera necesario, enseñando que el tikkún olam, la reparación del mundo vía el humanismo laicista, siempre era posible. Sin embargo, para mí, él era, sobre todo, un “echte yid”, un auténtico judío, ilustrado y sensible, imbuido de los valores y enseñanzas tanto del humanismo laicista como del judaísmo.

 

La primera vez que nos relacionamos tuvo lugar en 1998, durante un periodo en la que Frenkel lideraba las acciones de civismo para contraponer a un intento de organizar un congreso nazi. En aquel entonces, yo estaba activamente involucrado en la juventud socialista y en la juventud judía. Desde el principio, pude percibir su profundo interés en el pequeño grupo de jóvenes judíos, mujeres y hombres, que estábamos comprometidos en impulsar actividades pertinentes. A pesar de que no siempre compartía por completo nuestro ímpetu, siempre nos brindó su apoyo incondicional.

 

Aunque su presencia imponente solía apabullar a los más jóvenes, rápidamente descubrimos que Isaac disfrutaba conocer a personas de diferentes orígenes. Tenía una risa fácil y era extremadamente cuidadoso con las palabras, expresándose de manera sencilla que parecía contradecir, pero no subvertir, las lecciones y mensajes importantes que estaba compartiendo. Aunque casi cuarenta años nos separaban en edad, desde nuestro primer encuentro nos tratábamos como amigos. 

 

Isaac tenía esa rara habilidad de reconocer afinidades electivas de las que habló Hegel, y de elevar la conversación hacia reflexiones más profundas.

Cada visita a su oficina se convertía en una oportunidad para una plática franca, para compartir anécdotas que nos hacían reír o reflexionar, mientras encendía un cigarrillo tras otro con el extremo ardiente del anterior.

 

Una generación de acrisolado civismo

Frenkel no estuvo solo es parte de una generación, y respondiendo ¿cuál fue la característica distintiva de ese grupo que les permitió alcanzar tal relevancia?: ellos abrazaron la política como el medio privilegiado para resolver los problemas, lo que los llevó a centrar sus intereses en el ámbito de la Res publica, donde frecuentemente se unieron para brindarse apoyo mutuo. Para ellos, cada experiencia biográfica representó una lección que los preparó para enfrentar los desafíos futuros a medida que avanzaban en sus trayectorias. 

 

Isaac y su generación no solo modelaron de manera significativa el país, sino que también iluminaron el camino para sus familias y se convirtieron en figuras inspiradoras para amigos y discípulos.

 

La vida de Isaac estuvo marcada por una serie de “preludios”, momentos que anticipaban o preparaban el terreno para eventos de mayor importancia en el futuro. Su involucramiento adolescente en el sionismo socialista de Habonim Dror lo condujo a liderar el movimiento Ijud Habonim, al mismo tiempo que ascendía al cargo de presidente del gobierno estudiantil en el Instituto Nacional. Posteriormente, durante sus estudios en la escuela de Derecho, Isaac y su compañero Orlando Letelier establecieron un centro de arte y cultura con la orientación de su mentor, el profesor David Stichkin, mientras tanto, participaba activamente en el Poalei Sion juvenil. Toda esta actividad llamó le abrió las puertas para su primer trabajo como procurador, bajo la tutela de un abogado y poeta surrealista, miembro fundador del grupo Mandrágora.

 

Su participación en eventos internacionales, como el Cuarto Festival Mundial de la Juventud y Estudiantes en Bucarest y otro congreso estudiantil en Varsovia, donde se reunió con cientos de líderes estudiantiles chilenos y argentinos, marcó un punto de inflexión en su vida. Estos seis meses de viaje por los países de Europa del Este, en plena Guerra Fría, no solo le brindaron momentos inolvidables, sino que también le permitieron conocer figuras sobresalientes de la política europea como el italiano Enrico Berlinguer.

 

Su habilidad para establecer conexiones con las personas, en parte debido a su personalidad cultivada, facilitó el desarrollo de su pasión por la música, beneficiando a muchos.

 

Como resultado, en 2009, durante un concierto que él gestionó para la Filarmónica de Israel, se le otorgó la Orden al Mérito Artístico y Cultural “Pablo Neruda” en una ceremonia presidida por Michelle Bachelet. Entre los presentes se encontraban destacadas figuras como Zubin Mehta, el expresidente Patricio Aylwin, y varios ministros. La presidenta Bachelet expresó con acierto: “Isaac Frenkel es una de esas personas que ha contribuido a que Chile sea más tolerante y respetuoso, más cosmopolita y a la vez más consciente de su identidad”.

 

Las melodías de un gestor cultural

Isaac Frenkel, imbuido de una profunda convicción en la promoción del arte y la cultura como vehículos para la comprensión y el aprecio mutuo entre personas y pueblos, llevó a cabo numerosas iniciativas en diversas áreas, entre las que destacan el teatro, la música, la educación y las humanidades. Su compromiso con estas disciplinas se manifestó a lo largo de su vida en múltiples proyectos significativos.

 

Desde sus primeros años, Frenkel mostró un marcado interés por el teatro judío, una pasión que se remontaba a su asistencia en las obras del teatro ídish de la comunidad. En la década de 1950, hubo un breve renacimiento del interés por el teatro judío ídish entre jóvenes judíos que notaron su capacidad de experimentar con el teatro y la política. 

 

Emblemático en ese estilo fue la presentación en ídish y español de Madre Coraje de Brecht, a cargo del bonaerense Idisher Farband Teatr. Este evento no solo dejó una marca en el desarrollo del teatro nacional, sino que también influyó en Isaac, quien años después se propuso conocer a Cipe Lincovsky, destacada actriz argentina que había participado en esa histórica presentación. Su esfuerzo culminó el 2007 con la realización de dos actuaciones gratuitas en Chile de su monólogo Yo quiero decir algo, seguidas -muy en el estilo de Isaac- de una clase magistral con actores y estudiantes en una sala repleta del Centro Cultural La Moneda, que se extendió por tres horas.

 

En otra ocasión Frenkel había patrocinado la producción del Teatro Ictus, Einstein, dirigida por Edgardo Bruna y protagonizada por Nissim Sharim, a quien había conocido en los días del teatro estudiantil ídish. Después de esta colaboración, persuadió a Sharim, quien estaba indeciso, para llevar a cabo por primera vez en Chile la obra clásica Visitando a Mr. Green, donde interpretaría al cascarrabias, aunque entrañable, señor Green. Frenkel tenía un particular aprecio por esta pieza, ya que “habla sobre la tolerancia, los valores verdaderos y la aceptación de las diferencias”. Años más tarde, cuando la B’nai B’rith otorgó al Ictus el premio Rene Cassin a los Derechos Humanos, el emotivo reencuentro entre Paula y Nissim Sharim con Isaac Frenkel fue comentado por todos los presentes. Además de su pasión por el teatro, Frenkel también se destacó en el ámbito musical, especialmente en el desarrollo de jóvenes talentos. 

 

Una inicial ayuda para resolver temas contractuales para la Fundación Beethoven que fundó el maestro Fernando Rosas fue el comienzo de la participación de Isaac en diversas instancias de gestión musical. Como presidente de la Fundación logró su revitalización, mientras al mismo tiempo fue nombrado por Michelle Bachelet consejero del Consejo de Fomento de la Música Nacional.  De forma paralela, por impulso del maestro Rosas, Frenkel se involucró en el Programa nacional de creación y apoyo a las Orquestas Juveniles y a partir del 2001 participó por deseo de Rosas en la creación de la Fundación Nacional de Orquestas. Uno de los logros más destacados de Frenkel fue la internacionalización de estas orquestas, un proyecto en el que contó con el apoyo continuo de personas como su amigo y compañero de universidad, Oscar Agüero, creador del sistema de donaciones culturales y la entonces primera dama, Luisa Durán, y posteriormente, Cecilia Morel. De forma significativa, el expresidente Ricardo Lagos escribió en su memoria, “su legado se escuchará en cada acorde que toquen las orquestas”.

 

El deber irredimible con la sociedad

Para concluir, una pequeña anécdota ilustrativa del carácter de Frenkel: Como gesto de homenaje a su maestro y luego dilecto amigo, David Stichkin, Isaac impulsó la publicación de Discursos iniciáticos, dos discursos destacados del rector de la Universidad de Concepción, que aborda el papel crucial de las humanidades y el laicismo en la formación de cohesión social. Uno de estos discursos, titulado “El deber irrenunciable”, se percibe como un manifiesto del compromiso de la generación de Frenkel con el avance del humanismo. En el prólogo, Frenkel expresa “la esperanza de que este libro contribuya a la reflexión, en estos tiempos de crisis civilizatoria, llenos de desafíos e incertidumbres”. Supe que el libro con una dedicatoria manuscrita de Isaac se encuentra en la biblioteca personal de la académica María Elisa Quinteros, presidenta durante la segunda etapa de la Convención Constitucional, a quien Isaac Frenkel se encargó personalmente de hacer llegar copia del libro. La anécdota es reveladora sobre cómo actuaba Isaac, su convicción de que el cambio puede ocurrir tanto dentro como fuera de los confines institucionales judíos, y su disposición para desafiar las normas establecidas en su búsqueda incansable de un mundo más justo y equitativo. 

 

Indudablemente, las conexiones de Isaac abarcaban todos los ámbitos, y recibió delicados encargos profesionales de personas pertenecientes a todo el espectro político, a pesar de que nunca ocultó sus convicciones políticas.

 

En realidad, Isaac y su generación enfrentaron el dolor y las rupturas causadas por la crisis, el Golpe de Estado de 1973 y la dictadura, considerados por él como una derrota de los valores que defendía frente a la violencia como medio para resolver conflictos. De hecho, en varias ocasiones, se enfrentó a los intentos abusivos del ejercicio arbitrario de autoridad, o en otro ámbito, a los desalientos en su compromiso persistente de impulsar el dialogo judío-palestino, pues en sus palabras “no se puede hacer otra cosa pues es mi deber”.

Juan Sánchez, discípulo y biógrafo de Stichkin, aclara el significado de aquel “deber irredimible” para la generación a la que Isaac pertenecía. Para los intelectuales laicos surgidos en Chile en la década de los 60, el conocimiento no se valoraba por motivos instrumentales, sino que se consideraba una misión, una responsabilidad y un legado que la universidad debía honrar y promover. Para Frenkel y sus contemporáneos, tanto el proyecto nacional como el proyecto del judaísmo y su proyecto personal exigían “constituir una base de convivencia social, un fundamento cultural”, y ese era su “deber irredimible”.

Es reconfortante pensar que muchos de nosotros hemos aprendido de Isaac y su generación la belleza que implica trabajar en la construcción de catedrales, metáfora iniciática que conoció Frenkel en la masonería y utilizó en la B’nai B’rith, y que se refiere a la Gran obra cuya plenitud solo podrán apreciar las generaciones futuras.