Por Daphne Dionizis
Pésaj es la festividad de la libertad, el recordatorio de que una vez fuimos esclavos en Egipto y que, con fe y resistencia, alcanzamos la redención. Pero este año, la palabra “libertad” pesa diferente.
En algunos días nuestros hogares se llenarán de aroma del vino y la matzá, mientras las voces de niños y adultos entonarán el “Ma Nishtaná”, la pregunta que marca el inicio de la noche más simbólica para nuestro pueblo. Sin embargo, en cada familia reunida en torno al Séder, habrá una ausencia que no se puede ignorar: nuestros 59 hermanos que aún permanecen secuestrados en manos de Hamás.
Tuvimos el gran privilegio de conversar con Itzik Horn, quien a pesar de su delicado estado de salud, compartió con nosotros desde lo más profundo de su corazón cómo sobrelleva, por un lado la liberación de su hijo Yair, y por otro, el gran dolor de tener a su hijo Eitan aún en cautiverio.
Agradecemos a Itzik por su tiempo y testimonio. Desde Chile toda la Comunidad Judía los abraza y esperamos pronto la liberación de Eitan y todos los secuestrados.
Por Daphne Dionizis A.
¿Abadim Ainu?
Pésaj nos enseña a recordar, a narrar nuestra historia generación tras generación, pero ¿cómo celebramos la liberación cuando tantos de los nuestros siguen cautivos? ¿Cómo cantamos sobre la salida de la esclavitud, cuando todavía hay quienes no han cruzado su propio Mar Rojo?
Este año, la historia no es solo un relato del pasado, sino una herida abierta en el presente.
“Recuerdo que el 7 de octubre todos los que vivimos en el Sur nos despertamos con el sonido de las sirenas. Al principio nadie se preocupó, porque estábamos seguros que era otra vuelta de nuestros adorables vecinos. Yo le mandé un WhatsApp a Yair preguntándole si también habían sonado en su kibutz Nir Oz, y pidiéndole que entrara al cuarto de seguridad. Él me contestó, “se ve que te estás poniendo más viejo, te olvidaste que mi kibutz está tan cerca de la frontera, que los misiles nos pasan por encima. En todo caso, cuídate”. Eso fue lo único y lo último que supe de Yair, a las 6:40 – 6:45 de la mañana”, recuerda Itzik.
Nuestra historia nos ha enseñado que la opresión adopta diferentes formas y nombres, y que la lucha por la libertad, nunca termina del todo. En cada generación, en cada época, hay quienes intentan arrebatarnos nuestro derecho a vivir en paz, a vivir sin miedo, a vivir plenamente como judíos. Pero Pésaj también nos recuerda que la libertad, a pesar de su fragilidad, es una llama que nunca se extingue.
“Obviamente mi vida cambió. El 8 de octubre, en el momento en que me enteré que mis hijos fueron secuestrados, mi vida dio un giro radical. Me planteé que la única razón que tengo para seguir adelante, a pesar de los problemas físicos, era hacer todo lo que pueda para liberar a Yair y Eitan del cautiverio, y eso fue lo que empecé a hacer. Tres veces por semana hacía diálisis y los días que no, estaba en el Foro de los secuestrados o en la plaza de los secuestrados, o hablando frente a escolares, estudiantes o hablando en altas concentraciones.
Hace pocas semanas, pasé un trasplante de riñón exitosamente. A los pocos días de recuperación, aterrizó en mi hospital mi hijo Yair, donde nos pudimos reencontrar y fue una alegría inmensa y muy emocionante. Ahí Yair dijo públicamente “puede ser que salí físicamente de ahí, pero mi hermano menor quedó en el infierno. Voy a hacer todo lo posible por sumarme a la lucha y liberarlo. No solo a Eitan, sino a todos”.
Agrega que desde el primer momento en que se comunicó la lista, Yair estaba en ella. “Yo comencé a decir públicamente que en lo personal, me estaban haciendo un juicio salomónico moderno, ¡separaban a mis hijos! De dos hijos secuestrados, a uno lo recuperamos y a otro no”, explica Itzik.
Pésaj nos llama a sentir en carne propia lo que significa la esclavitud. La Hagadá nos instruye a contar la historia “como si nosotros mismos hubiéramos salido de Egipto”. Este año, más que nunca, debemos preguntarnos: ¿qué significa salir de Egipto cuando aún tenemos hermanos que siguen cautivos? ¿Cómo transformamos el Séder en un acto de solidaridad con ellos y sus familias?
Para muchos, la respuesta está en la acción. A lo largo de la historia, el pueblo judío ha demostrado que la memoria es un motor de cambio. Recordamos no solo para no repetir los errores del pasado, sino para actuar en el presente. Hoy, la memoria de Pésaj nos convoca a mantener vivo el clamor por la liberación de nuestros secuestrados. A no dejarlos en el olvido, a exigir justicia, a convertir la mesa del Séder en un espacio donde no solo relatamos la historia de la redención pasada, sino donde exigimos la redención presente.
“Fuerzas sacamos desde donde no tenemos. Yo incluso estoy bastante débil, sigo en el hospital en el área de recuperación, pero desde acá hago lo que puedo, doy entrevistas, especialmente después de haber visto ese terrible video que Hamás difundió. Más allá de haber visto el video que fue estremecedor y generó mucho enojo, primero tuve la oportunidad de ver a Eitan, que no lo veía hace mucho tiempo y segundo, recibí una orden directa que Eitan le dijo a Yair: “Decile a papá que no paren la lucha”. Y eso fue lo que hizo que yo redoble mis esfuerzos”, asegura Itzik.
Agrega que lo que los mantiene vivos es la esperanza de que los van a recuperar a los dos. “Ya recuperamos a Yair, y ahora tenemos la esperanza de recuperar lo antes posible a Eitan. Está muy enfermo, tiene una enfermedad en la piel y las condiciones higiénicas y sanitarias en los túneles y cuevas no son buenas para su enfermedad. Debe medicarse pero no recibe los remedios para su tratamiento ¡Hay que sacarlo de ahí lo antes posible! Es inhumano cómo están todos los que están con vida en los túneles después de tanto tiempo. Pero acá estamos en la lucha, para salvar hasta el último que queda con vida para iniciar su recuperación, y los que ya no están con nosotros, para ser sepultados en la tierra de Israel”, explica.
Pésaj no es solo un ritual más; es una experiencia de transmisión de memoria y valores. Nos recuerda que la libertad no es un estado permanente, sino una lucha constante.
En una profunda y reciente entrevista, Eli Sharabi, liberado luego de 491 días de cautiverio, le preguntó a la periodista:
Ilana, ¿Sabes lo que es abrir un refrigerador?
Luego Sharabi continuó: “La gente debería pensar realmente cuando abre un refrigerador en su casa. ¡Es todo! Es el concepto mismo de un hombre libre, que puede sacar una pieza de fruta, un vegetal, un huevo, agua o un pedazo de pan. (En cautiverio) Eso es con lo que sueñas cada día. No te importan los golpes, y recibes muchos ¡incluso te rompen las costillas! A mí no me importaba, solo dame media pita”, mencionó Sharabi en la entrevista.
Cada generación ha debido enfrentar sus propios faraones, sus propios desafíos, sus propias noches oscuras.
Y hoy, nuestro desafío es recordar a aquellos que no pueden sentarse a la mesa con sus seres queridos, aquellos cuyas voces han sido silenciadas por el terror, aquellos que esperan, con cada latido de sus corazones, regresar a casa pronto.
“El apoyo y la solidaridad de las comunidades judías en el mundo, nos fortalecen aquí en la lucha porque es un pedido de, no solo de las comunidades judías, que por supuesto valoramos enormemente, sino que debería ser un pedido también de los que no pertenecen a la Comunidad. Pero cada acto que se hace, más grande o más chico, para nosotros es fundamental. Lo importante es estar en la calle, hacer actos y tratar que más personas se adhieran al pedido de la liberación de los rehenes, porque si esto no es un tema de violación de los derechos humanos, no sabría qué”, asegura Itzik.
Continúa explicando que hoy su situación es doblemente diferente. “Acabo de atravesar un trasplante de riñón y estoy en estado de recuperación, tengo un hijo liberado que está también tratando de recuperarse, y un hijo en cautiverio. Y a pesar de todo, tengo que sacar fuerzas de donde no tengo; por un lado para seguir luchando por Eitan, y por otro lado, para seguir luchando por mí, para reponerme, para salir a la calle, para poder estar más activo en el reclamo por la liberación”.
“Cada acto que veo que se hace en Latinoamérica y en el mundo, me fortalece y no solo a mi, sino que a todos los familiares. Por eso, les quiero agradecer y les quiero pedir, y me voy a tomar el atrevimiento de exigir, que no bajen los brazos. ¡Sigan exigiendo la liberación de los rehenes!”.
Este año, al levantar la copa de vino y pronunciar las brajot, intentemos que nuestra voz sea más fuerte que nunca.
Que cada “Leshaná Habá BeYerushalayim”, sea también un grito de esperanza para aquellos que aún esperan ser liberados.
¡Que este Pésaj sea no solo una celebración, sino un recordatorio y una promesa: no descansaremos hasta que todos vuelvan a casa!