Por Rab Alejandro S. Bloch
En febrero del 2024 tuve la oportunidad de visitar Israel en el marco de un seminario de Merkaz Olami.
Como parte de ese programa nos reunimos en el centro de las familias de los secuestrados con algunos de sus familiares.
Uno de ellos nos dijo: ¨Sigo viviendo en el 7 de octubre. El tiempo se ha detenido, todavía estamos en shock por la tragedia.¨
Unos meses más tarde de ese encuentro, estoy seguro de que dirían lo mismo.
El 7 de octubre fue un día del que todavía no podemos articular del todo su significado. Todavía tenemos que procesar la magnitud de lo que ocurrió ese día. No me estoy refiriendo exclusivamente a como pudo haber ocurrido, cuáles son los errores que permitieron que eso ocurriera, sino la magnitud de la violencia, la crueldad, la obscenidad, la alevosía. No solo se mató, se utilizó la violencia sexual como arma de guerra, la destrucción como forma de atemorizar, el terrorismo para causar pánico y dejar una huella profunda.
El 7 de octubre, como dice un intelectual judío prominente, todos nos sentimos vulnerables, sin importar donde residamos, todos nos sentimos atacados, todos sentimos fragilidad.
El 7 de octubre, sentimos que esa promesa de Nunca Más quedó olvidada.
Ver las imágenes de las casas no solo baleadas, sino inclusive después de asesinar a sus ocupantes, explotadas con bombas incendiarias, nos hizo recordar la cara más aterradora de la humanidad, y una vez más contra nuestra gente.
¿Qué hemos aprendido en estos seis meses? Que nuestro destino como parte del pueblo de Israel, es uno, vivamos donde vivamos, pensemos como pensemos, apoyemos las causas que apoyemos. No olvidemos que entre los asesinados había activistas por la paz, gente que participaba de programas solidarios con Gaza, artistas, jóvenes idealistas, etc. Todos fueron asesinados por igual.
Hemos aprendido que la solidaridad judía es un valor, y debemos ejercerla con más decisión.
Esa solidaridad implica, tiempo, recursos, presencia, ideas etc. Las comunidades lo necesitan, Israel lo necesita, nuestros hermanos y hermanas lo necesitan. Aprendimos, con mucho dolor, que el antisemitismo no había desaparecido, sino que estaba oculto, esperando el momento para emerger con más furia. Aprendimos que no comunicamos lo suficientemente bien nuestro mensaje, y tal vez, también aprendimos que hay un mundo que no quiere escuchar. Aprendimos que este es el tiempo para educar a nuestros hijos, y educarnos en un judaísmo positivo y no solamente permitir que el odio constituya nuestra identidad. Y, por último, entre otras cosas, aprendimos que en comunidad, y haciendo comunidad podemos atravesar todos los obstáculos.
Es tiempo de vivir una vida judía orgullosa, comprometida e intensa.
El judaísmo ofrece múltiples formas de experimentar nuestra identidad. Para algunos será de modo intelectual, para otros lo ritual será central, algunos verán en la justicia la forma de realizar los ideales de los profetas de Israel. Todas son puertas de ingreso válidas, para enriquecer nuestra vida con contenidos.
Este año, una vez más nos hemos reunido en familia y en comunidad conmemorando la salida de la esclavitud. Este Pesaj para todos ha sido muy diferente. Nuestro Seder dio cuenta de esta realidad. Cada uno ha tomado una iniciativa propia, ya sea dejando una silla vacía con el nombre y la foto de algunos de los secuestrados, o poniendo en cada copa una cinta amarilla.
Rab Alejandro S. Bloch